Era verano, era agosto, era domingo, era él.
Era una mañana de esas que te levantas sonriendo, desentonando con el mundo, sabiendo que todo te da igual. Una mañana llena de recuerdos.
Se despertó, vio la hora y se vistió. Por primera vez le daba igual con qué vestirse, si sabía que, dentro de una hora, la ropa iba a quedar tirada por el suelo como el mejor arte abstracto jamás creado.
Salió de casa como si la vida le sonriera a ella y no al que pasa por detrás. Cogió el primer autobús que le llevaba a él, y sonrió por decimocuarta vez en esa mañana. Ya no podía mirar melancólica la ventana mientras el agua golpeaba el cristal porque ni llovía ni ella podía hacer otra cosa más que curvar su sonrisa hacia arriba, una y otra vez.
Bajó de un salto del autobús y caminó como unos cien metros hacia lo que iba a ser su paraíso. Subió las escaleras rápida, como si la vida la estuviera persiguiendo, como si así ahuyentara el miedo que no tenía.
Abrió ala puerta y le vio. Ella, que no sabía qué era ver dormir a una persona y sin embargo a él lo había visto tantas veces en un sólo día. Lo vio ahí, en la cama, como un niño al que sólo quieres proteger.
La mañana transcurría entre silencios hasta que un beso rompió y selló el ruido, rozó pieles, colisionó miradas, gritó gemidos y cortó respiraciones.
El tiempo pasaba como si no se detuviera nunca como si deseara que llegase el final. El final que tanto miedo tenía ella de perder. Las horas volaban sin parar de agitar las manecillas y cuando se dieron cuenta se dirigían destino despedidas.
Deberíais haberla visto. Ella, que parecía que destilara tristeza por cada poro de su piel. Ella que tan contenta había estado hace unas horas. Ojalá nadie se hubiera asomado a sus ojos en esos momentos para no ver la melancolía que la consumía. Ojalá él hubiera podido ver todo el daño que le podía hacer su marcha.
En esas horas los abrazos se convirtieron en el mejor recuerdo del mundo, en el lugar más seguro de la ciudad.
Que eran las dos y cinco y un autobús esperaba para que él no quisiera quedarse.
Si hubieses visto a dos personas abrazándose como si se acabara el mundo los habrías visto a ellos.
Ella quiso pedirle que volviera, pero tan sólo obtuvo un "lo intentaré".
Supo que jamás volvería a verle y se aferró a él como nunca en su vida lo había hecho a nadie.
Se sentenciaron en un beso y callaron todo lo que podrían haber sido y jamás llegarían a ser.
(Muy bueno) en un beso y callaron todo lo que podrían haber sido y jamás llegarían a ser.
ResponderEliminarsoy un seguidor ahora por favor follow en twitter https://twitter.com/Amigossociales
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