jueves, 30 de mayo de 2013

Escupo cien sentimientos por minuto.

Eres el borrador de mi mente
cada idea sin salida
cada pensamiento de repente
cada emoción contenida.

Te veo cruzando las horas
sintiendo que estás aquí
volando de nunca a ahora
pensando lo que sentí.

Se me escriben los poemas
soñando que algún día vuelves
a romperme los esquemas
viendo mi muerte ausente.

Las puertas han cerrado
y no tienes la llave
de un recuerdo olvidado
en dos noches de bares.

Te has llevado mi vida
y un trozo de corazón
con la nostalgia vestida
en un mundo de dolor.

No sé qué contarte
que no te haya llorado ya
ni que toda esta parte
es una lágrima quizás.

viernes, 24 de mayo de 2013

Vacíos en folios muertos.

Llevo horas mirando el papel tan fijamente que creo que de un momento a otro va a romperse y va a desintegrarse en trozos tan pequeños como yo.
Está tan vacío que me recuerda a un jarrón sin flores, una despedida sin beso, un domingo por la tarde, a ti sin mí. 
Es tan blanco como una pared muerta, unas sábanas desordenadas, una taza sin café, una nube que no llora.
Puede ser tan frío como un hielo cuando quema, una tarde sin abrazos, una mañana sin los buenos días, un invierno en pleno verano.
Se le nota tanto la tristeza en las cuatros esquinas de su cuerpo que ya no sé si doblarlas, romperlas o arrugarlas.
Y es que me mira de una manera que siento que me puede romper, que va a atravesarme desde su vacío y va a tirarme al abismo más cercano -para separarme de ti-.
Pero cómo decirle que ni un papel nos puede separar, me puede separar de ti.
Que desde que soy feliz, es él quien se ha separado de mí, es quien ya no me deja crear sueños con palabras, ya no me susurra poesía por las noches, ya no me salva cuando muero.
Pero verás, eso es porque eres tú quien me devuelve los sueños cada día y me los quita por la noche, quien me hace poesía con sólo rozarme la mano y quien me salva de la muerte viviéndome.
Que me he dado cuenta de que no necesito escribir en un papel para ser feliz porque me gusta mucho más escribir en ti para poder leerte después.

viernes, 17 de mayo de 2013

Conmigo sin ti.

Se me hace tarde para no quererte.
He agotado todas las balas que me quedaban para callar al corazón y que no gritara tu nombre en su último suspiro; pero es que no he encontrado nada para que deje de latir, para que sonría (por ti).
Ni de los sustos que le das cuando te vas se ha muerto siquiera.
Tan sólo noto un dolor en el ventrículo derecho cada vez que te echo de menos, pero que es que, verás, nunca dejas de dolerme porque nunca dejo de echarte de menos.
Nunca me preguntaste si me gustaban las mariposas pero desde que me conoces han creado un ejército dentro de mí del que es imposible escapar. Y claro, yo me dejo atrapar y consumir (por ti).
No he sabido nunca ir en línea recta por la vida; pero que tampoco quiero porque, contigo, la vida tiene más curvas que mi cuerpo y el tuyo juntos.
Tienes una ciudad preciosa en el ombligo y no me canso nunca de ser rotonda contigo.
Las carreteras que tienes por piernas me las he recorrido tantas veces como días me has permitido y no sé ir en coche sin acordarme de ti. Y no sabes lo que es viajar pensando en ti (sin ti).
No sabes lo que es ir buscándote entre la gente y no encontrarte, ni poder coger tu mano para susurrarte al oído todos mis miedos y que tú me mires y me cuentes que estás aquí (conmigo).
Pero ese es el problema,
que no estás
que no me miras
que no te siento
pero que yo
te quiero.

lunes, 13 de mayo de 2013

No te echo si no es de menos.

No he encontrado la manera de entenderte pero te he encontrado a ti.
A veces, creo que me hablas en idiomas que no conozco pero nos besamos y te entiendo. Y quién puede luchar contra el idioma del corazón.
Que no se trata de fabricar el amor sino de hacerlo. Y de deshacernos; por dentro, por fuera, por la tarde, por la noche, por ti, por mí.
Que ya sé que no existe un nosotros, pero tampoco existe un tú y un yo separados y qué importa el mundo si yo te quiero. A veces te quiero con la boca tan pequeña que creo que no me vas a oír pero me sonríes de tal manera que es imposible pensar que tú no me estás contestando con otro te quiero.
Me gustas tanto que se me olvida respirar, pero es que a lo mejor se me olvida  porque me dejas sin aliento cada vez que te veo y creo que nunca he estado tan enferma del corazón como ahora.
No necesito médicos ni enfermeros si eres tú el que me va a curar las heridas a besos y me va a cicatrizar el cuerpo a gemidos. Que de gritar he aprendido a escuchar tus silencios y a bebérmelos cada vez que te oigo.
Mi terapia del amor consiste en oírte reír y en contagiarme contigo todos los síntomas de la felicidad.
He aprendido a echarte de menos sin morirme pero nostalgia me sigue visitando si no estás y no hay ojos más tristes que los suyos.

Así que, por favor, no te vayas,
aunque te diga quédate.

jueves, 9 de mayo de 2013

Me muero de ti.

Es la tercera vez que soledad me visita esta semana. Y yo no hago más que cerrarle la puerta, una y otra vez, pero es que sabe colarse por la ventana y despeinarme con el viento. Se me enreda entre los silencios y me grita tan alto que no consigo entenderla. Hace tiempo que dejé de estar cuerda para engancharme a la locura de la vida, o de mi muerte, que viene a ser lo mismo. Soy la sombra  de todo lo que algún día me prometes, pero es que ya no sé cuánto de ciertas son estas alucinaciones es las que te veo y me hablas.
Ni siquiera recuerdo haberte dejado entrar en casa, ni siquiera sé si me he levantado de la cama. Que ya no sé si duermo o sueño despierta. Que sólo sé en qué día vivo los minutos en los que vienes a visitarme, o a atormentarme, qué más da. No sé vivir sin echarte de menos y por eso creo que me estoy muriendo de ti. Morirse de alguien. Qué tontería ¿no? Pero es que ya no consigo verte ni oírte y te pido que te rías y sólo oigo llorar, pero no hay nadie. Estoy sola, y comienza a llover. No tengo paraguas. Y entonces me doy cuenta. Me doy cuenta de que la que llora soy yo, de que tu risa terminó y de que no existen paraguas para esta tristeza de ti.

sábado, 4 de mayo de 2013

Ya no te lluevo como antes.

Creo que nunca se nos rompió el amor porque nunca lo tuvimos.
Lo veíamos tan de cerca que lo creíamos nuestro pero es que jamás supimos hacérnoslo.
Tirábamos de los hilos que se nos perdían de tanto quitarnos la ropa, la piel y la vida, pero cómo decirte que sólo conseguíamos perdernos un poco más de lo que ya estábamos. Que no sabíamos a dónde ir, a dónde huir. Creo que contigo aprendí a huir de mí misma y no sabes la de veces que me perdí, por ti. Pero nunca viniste a buscarme y ese fue el error de seguir esperándote en una parada en la que ya no pasaban autobuses. Desde entonces, no he vuelto a subirme a ningún autobús sin acordarme de ti, sin esperar que seas el chico de la sonrisa que tanto me gusta o el que de un momento a otro me mirará y bajará la vista en cuanto me dé cuenta. Porque siempre has sido mi viaje preferido, mi salida de emergencia, mi entrada al paraíso. Y no entiendo que lo hayamos pisado todo sin bailar siquiera antes. Que a lo mejor es que nunca quisimos bailarnos el agua y por eso tanta tristeza metida entre pupila y pupila. Que ya no te miro como antes, que ya no te lluevo como antes. Y no sabes la sonrisa que se me dibuja en la cara al saber que no dueles, ni siquiera un poco. No eres olvido, pero eres un recuerdo que sonríe, y creo que nunca he sido tan feliz como ahora.