jueves, 9 de mayo de 2013

Me muero de ti.

Es la tercera vez que soledad me visita esta semana. Y yo no hago más que cerrarle la puerta, una y otra vez, pero es que sabe colarse por la ventana y despeinarme con el viento. Se me enreda entre los silencios y me grita tan alto que no consigo entenderla. Hace tiempo que dejé de estar cuerda para engancharme a la locura de la vida, o de mi muerte, que viene a ser lo mismo. Soy la sombra  de todo lo que algún día me prometes, pero es que ya no sé cuánto de ciertas son estas alucinaciones es las que te veo y me hablas.
Ni siquiera recuerdo haberte dejado entrar en casa, ni siquiera sé si me he levantado de la cama. Que ya no sé si duermo o sueño despierta. Que sólo sé en qué día vivo los minutos en los que vienes a visitarme, o a atormentarme, qué más da. No sé vivir sin echarte de menos y por eso creo que me estoy muriendo de ti. Morirse de alguien. Qué tontería ¿no? Pero es que ya no consigo verte ni oírte y te pido que te rías y sólo oigo llorar, pero no hay nadie. Estoy sola, y comienza a llover. No tengo paraguas. Y entonces me doy cuenta. Me doy cuenta de que la que llora soy yo, de que tu risa terminó y de que no existen paraguas para esta tristeza de ti.

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