viernes, 20 de diciembre de 2013

"Empezar a asimilar lo raro que es todo si no estás...".

Él era de venir cuando nadie le esperaba, de planear para terminar haciendo todo tarde, de no seguir reglas pero sí instintos, de arriesgarse sin saltar al vacío. Sin embargo ella era de esperar a quien nunca va a llegar, de tenerlo todo preparado, de seguir principios, ilusiones y sentimientos, de arriesgarse, tropezarse y caer al precipicio. Por eso se gustaban tanto, por eso se odiaban aún más.
Nunca fueron de días pero sí de noches. No eran de paseos largos a la oscuridad de la luna, ni de tiempo perdido en calles con los dedos entrelazados, ni siquiera de tomar un café en el bar de la esquina. Por eso su destino fue un hotel, directo y sin preámbulos, como sus intenciones.
Subir las escaleras empezó a calentar los motores que tenían por corazón, a notar el frío en la nuca, a pensar que ya les sobraba la ropa. El portazo que les unió en la misma habitación solo fueron las ganas que resonaban en el ambiente, las respiraciones que empezaban a acelerarse. 
En el momento en el que los dos se miraron destruyeron todas las fronteras que alguna vez habían existido, izaron bandera blanca y firmaron la paz que les llevaría a la guerra. Los pasos de seguridad que les distanciaban se convirtieron en milímetros, en dos bocas chocando, mordiendo, lamiendo, chupando; dejándose la vida en un beso. Ya no existía el mundo exterior, solo el mundo que les rodeaba: sus cuerpos. Las manos empezaron a ser hábiles y quitaron camisetas, pantalones, medias, bragas, calzoncillos, hasta que se quedaron a dos pieles. A los roces les siguieron besos, estos se tornaron mordiscos, lo salvaje les pilló enfermos de lujuria, no había ningún hueco vacío que no cubriera una mano, que no cubrieran sus cuerpos. Ninguno de los dos se atrevió a hablar pero sus gritos, su desesperación, sus prisas, sus respiraciones y gemidos narraban todo lo que callaban. Y no hacía falta más, porque se hacían falta ellos y nadie les sacaba tarjeta roja. Decidieron correrse el riesgo para que nadie saliera perdiendo, para que solo pudieran ganar. 
Al terminar, ninguno de los dos se miró de nuevo, no se volvieron a tocar, a besarse, a verse, a llamar. Pero ninguno de los dos pudo olvidarse del otro, intentando recordar para terminar llorando, volviéndose dolor, nostalgia y melancolía. Siendo todo lo que no eran, porque eran, pero solo si estaban juntos.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Todos los días.

Te despiertas, un ratito más, te duermes, una hora perdida, otra más, te levantas, no desayunas, sofá, lees, piensas, piensas, dejas de leer, te levantas, comes, piensas, piensas, no te apetece más.
Vuelves a la cama, siesta, no puedes dormir, das vueltas, te levantas, te sientas, suena el móvil, no es él, nunca es, lo tiras, te desesperas, lloras, pañuelos, te ríes, el móvil, que si sales, que no, que sí, al final sí. Te duchas, te pintas, te peinas, te vistes, llego tarde, esperadme. Hace frío, por qué habré salido, te quieres volver, ya has llegado, te quedas, dos horas y a casa. Mentira. Bares, te ríes, te ríes fuerte, y bebes, hablas, conoces a gente, te invitan, te dicen no sé qué, le recuerdas, te vas, tus amigos, quédate, no, al final te quedas. Bailas, te mueves, te mueven, te cogen, les sueltas, huyes, huyes, huyes. Sales, hace frío, me quiero ir. Te quedas sola. Entras, sales. Así toda tu vida. Te hablan, ni siquiera escuchas, solo quieres volver, solo le quieres a él. Te vas a casa. Caminas, te cansas, paseas por donde estuvisteis. Le recuerdas, nostalgia, lloras, risa nerviosa. Te vas, no lo soportas. Amanece, es tarde, pronto, nunca, demasiado, yo qué sé. Las llaves, el corazón, dónde están. Abres, calor, te sientas, suspiras, te cambias, el pijama, por fin. Silencio, no te oyes. Coges el móvil, 98 mensajes de 6 conversaciones. No. No. No. No es él. Lloras, fuerte, con ganas, te vacías. Estás sola. No puedes dormir. No quieres. Lloras. Lloras. Lloras. Te quedas dormida. Te despiertas...

sábado, 16 de noviembre de 2013

104

Que nos inventen todas las calles que no nos han visto besarnos, que nos busquen, que nos ansíen, que nos teman y se encojan cuando de verdad crucemos sus aceras de la mano y riendo a carcajadas.
Que nos queme el sol que nos ha visto escondernos de él, que ha sentido celos de la noche, que ha querido atravesarnos con su luz y rompernos en mil rayos.
Que nos vista el viento de frío, que nos haga juntarnos hasta quedarnos sin espacio de inseguridad, que acorte nuestras distancias y pegue nuestras pieles juntas, que nos bese la nuca y sintamos el invierno.
Que nos envidien los portales que no visitamos, los que ansían nuestros cuerpos, los que añoran los gemidos de dos enamorados, los que buscan desesperadamente dos miradas enloquecidas.
Que no nos muramos de desamor porque nos vivamos de amor, que nos lo hagamos tres veces al día, y cuatro y cinco.
Que nos volvamos cuerdos de tanta locura y me ate las manos a tu pelo y las tuyas a mi cintura.
Que yo qué sé, que nos queramos.

domingo, 27 de octubre de 2013

S.

La noche comienza entre humo, cigarros y manos. Entre risas que no se detienen, voces que no dejan de beber y silencios que no dejan de gritar. Y mientras tanto, estamos tú y yo, mirándonos a través de toda esa gente que nos acompaña y que tan solo queremos que desaparezca para poder fundirnos las pupilas. Giramos la cara despreocupados por atender a toda esa gente que nos llama y preocupados por haber roto el contrato de permanencia con la mirada. Puedo ver como me miras con la boca aunque no pronuncies palabra, aunque no tenga puestos los ojos en ti. De repente sonríes, y lo sé porque te oigo, y entonces me río. Como dos autómatas volvemos a chocar nuestros ojos en una guerra que no queremos que acabe nunca. Y la mirada se vuelve beso y el beso se vuelve vida. Las lenguas bailan las ganas con las que está jugando la noche hoy con nosotros. De pronto tu mano, y le sigue la mía, y ya no somos dos, sino uno. Nos convertimos en velocidad a tres besos por segundo y me faltan sentimientos que meter y miedos que quitar. Y la noche nos guía, nos envuelve, nos encierra, nos consume, nos alimenta y nos funde. Y nos dejamos llevar, me llevo, te llevas, nos llevamos. Y explotamos, con el corazón como testigo.

jueves, 17 de octubre de 2013

Seamos arena que no baja.

Salgo de casa con la sensación de que pasará algo, de que nos pasará algo, de que vendrás, de que no estás, de que no soy porque no somos, de que huimos, de que miramos atrás, de que ya no hay nadie, de que es tarde, demasiado tarde, de que el tiempo pasa pero también vuela, de que la caída es nuestra pero es libre, de que nos estrellamos, de que ya no miramos la luna, de que ya no veo tus ojos, de que ya no sonríes, de que ya no reímos juntos, de que no lloramos pero estamos tristes, de que nos recuerdo a la palabra melancolía, de que fuimos paseos, de que ya no hay manos unidas ni pelos enredados, que ya no siento tu cuerpo, ni tu piel, ni los escalofríos, ni la bomba que me late y tengo por corazón, que ya no es tu corazón pero que tampoco mío, que no vuelves, que no te vas nunca, que no te vayas, que nos quedemos, que seamos relojes parados, que seamos arena que no baja, que seamos y el cómo me da igual.

lunes, 14 de octubre de 2013

Nos entiendo.

No puedo entenderme. Entiéndeme que no.
No puedo entender que no nos besáramos la boca hasta desgastar la poca vida que nos quedaba, hasta arañarnos con las lenguas y lamernos con los dientes.
No puedo entender que no nos fundiéramos en un nosotros que no salía de nuestra boca pero que tantas veces habíamos gritado con la mirada.
No puedo entender que nuestra manos se fueran separando lentamente hasta convertirse dueñas de un solo cuerpo. Que no pudiéramos rozarnos cada segundo y sintiéramos que nuestra piel explotaba a la vez.
Que no puedo entender aún que no nos dijéramos que volveríamos, si sabíamos de antemano que no pasaríamos tanto tiempo sin vernos.
Pero es que luego te siento y sí puedo entendernos.
Puedo entender que esa noche fuimos nuestros y de la luna, y de cada puto sentimiento que nos recorría las venas para llegar directo al corazón e inundarlo todo de caos.
Puedo entender que nos mirásemos y no nos importase nada más que los centímetros que nos separaban de tocarnos música con las manos.
Puedo entender que me dijeses que si yo no, tú tampoco y que te sonriese como si tú no, tampoco nosotros.
Que puedo entender que lo hayamos querido todo y hayamos tenido tan poco. Pero que contigo lo breve es mejor que dos veces bueno.
Que la verdad es que no me entiendo, pero qué bien saber que sí puedo entendernos.


sábado, 28 de septiembre de 2013

Más de cien latidos por minuto: tú.

Taquicardia.
Me soltaste aquella palabra como si todo su significado fueras tú. Me explicaste que te gustaría que fuera el título de tu futuro libro, el que todavía no existe; pero es que tú no sabías que aquella palabra era todo lo que sentía cuando tú me tocabas, o tan solo me mirabas. Que se me hubiera parado el corazón si hubieras pensado en quitarme un dedo de encima. Que dejaba de latir cuando tú te marchabas, cada vez que te ibas sin saber si te volvería a ver, aunque en realidad nunca hubieras venido y nunca hubieses pensado en quedarte.
El corazón marcaba el ritmo de cada palabra que pronunciabas y a mí me hacías más feliz cuando no me dejabas hablar y te ponías a contarme tus historias, tus recuerdos o tus tristezas mientras yo te escuchaba como mi canción preferida, la que no quería dejar de escuchar nunca.
Disfrutaba más de tus silencios que de todas las conversaciones banales que tenía a lo largo del día. Todo lo que callabas era lo que más decía de ti y lo que yo siempre me ponía a escuchar con detenimiento. Y que no me hablen de silencios incómodos si no te han visto callarte y sonreír como si el mundo se fuera a partir en dos y a mí me diese igual si todavía seguía mirándote.
Nos hicieron más daño todas las verdades que las mentiras que jamás nos contamos y es que contigo aprendí la relatividad de lo verdadero y lo falso, de la ignorancia y la felicidad, de ti y de mí. De la inexistencia de un nosotros jamás formado pero que yo tantas ganas tenía de construir y tú tantas ganas de romper.
Te quise tanto que todavía te sigo queriendo, pero esto, amor, no es una despedida, porque las despedidas no vuelven y yo estoy dispuesta a volver aunque nunca me haya ido.

viernes, 20 de septiembre de 2013

22

Hubiera querido decirte tantas cosas antes de que te marcharas que me callé para siempre.
Te hubiera pedido que te quedaras, que te quedaras un rato más, una hora, dos, tres, cuatro, conmigo, y a la mierda el mundo. Que perdieras el puto autobús sólo por querer quedarte conmigo. Que quisieras perderlo.
Te hubiera dicho que te quería, y me hubiese temblado tanto la voz que te habrías creído que era mentira y sólo un motivo para que no te fueras; pero es que se me habrían empezado a empañar los ojos y me hubieras creído sin dudarlo. Creo que me hubieras dicho que no llorase y me hubieras abrazado, como tantas veces lo hicimos ese día.
Te hubiera dicho que fui tan feliz como jamás había dejado a nadie que lo hiciese. Que fuimos felicidad en estado puro, que me sentí como Sophie y Julien pero siendo nosotros, aún siendo sólo tú y yo.
Te hubiera pedido que volvieses, que me lo prometieses aún sabiendo que las promesas se rompen. Que me dijeras que querías volver sólo por no tener que despedirnos, que odias las despedidas y esos besos que nunca sabes si son el último o el primero.
Te hubiera pedido que no te olvidaras de mí y es que contigo quería ser egoísta tanto tiempo que me consumía. Que me consumías también y quizás nunca te diste cuenta de ello. Y ojalá ahora te lo pudiese gritar bajito al oído.
Te hubiera pedido que me besases como si fuéramos el último segundo del mundo. Que nos evaporásemos entre bailes de bocas que sólo llevan a querer desear más, y más y luego todo.
Te hubiera agarrado de la mano tan fuerte que hubieras notado las ganas que tenía de no perderte nunca.
Hubiera hecho tantas cosas que decidí besarte y decirte que todo estaba bien.

lunes, 9 de septiembre de 2013

4

Era verano, era agosto, era domingo, era él.
Era una mañana de esas que te levantas sonriendo, desentonando con el mundo, sabiendo que todo te da igual. Una mañana llena de recuerdos.
Se despertó, vio la hora y se vistió. Por primera vez le daba igual con qué vestirse, si sabía que, dentro de una hora, la ropa iba a quedar tirada por el suelo como el mejor arte abstracto jamás creado.
Salió de casa como si la vida le sonriera a ella y no al que pasa por detrás. Cogió el primer autobús que le llevaba a él, y sonrió por decimocuarta vez en esa mañana. Ya no podía mirar melancólica la ventana mientras el agua golpeaba el cristal porque ni llovía ni ella podía hacer otra cosa más que curvar su sonrisa hacia arriba, una y otra vez.
Bajó de un salto del autobús y caminó como unos cien metros hacia lo que iba a ser su paraíso. Subió las escaleras rápida, como si la vida la estuviera persiguiendo, como si así ahuyentara el miedo que no tenía.
Abrió ala puerta y le vio. Ella, que no sabía qué era ver dormir a una persona y sin embargo a él lo había visto tantas veces en un sólo día. Lo vio ahí, en la cama, como un niño al que sólo quieres proteger.
La mañana transcurría entre silencios hasta que un beso rompió y selló el ruido, rozó pieles, colisionó miradas, gritó gemidos y cortó respiraciones.
El tiempo pasaba como si no se detuviera nunca como si deseara que llegase el final. El final que tanto miedo tenía ella de perder. Las horas volaban sin parar de agitar las manecillas y cuando se dieron cuenta se dirigían destino despedidas.
Deberíais haberla visto. Ella, que parecía que destilara tristeza por cada poro de su piel. Ella que tan contenta había estado hace unas horas. Ojalá nadie se hubiera asomado a sus ojos en esos momentos para no ver la melancolía que la consumía. Ojalá él hubiera podido ver todo el daño que le podía hacer su marcha.
En esas horas los abrazos se convirtieron en el mejor recuerdo del mundo, en el lugar más seguro de la ciudad.
Que eran las dos y cinco y un autobús esperaba para que él no quisiera quedarse.
Si hubieses visto a dos personas abrazándose como si se acabara el mundo los habrías visto a ellos.
Ella quiso pedirle que volviera, pero tan sólo obtuvo un "lo intentaré".
Supo que jamás volvería a verle y se aferró a él como nunca en su vida lo había hecho a nadie.
Se sentenciaron en un beso y callaron todo lo que podrían haber sido y jamás llegarían a ser.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

"Adiós quiere decir ya no mirarse nunca..."

Adiós.
Creo que es lo peor de las despedidas, el decir algo que en realidad no se siente. El querer decir "me quedo" y sin embargo tenerse que ir lejos, muy lejos, más lejos aún de lo que ya se está. Sin embargo lo dice, y suena hasta creíble, parece que nadie le oye romperse en mil cristales mientras pronuncia esas cinco letras.
Le dijo adiós porque no había sitio para los dos, porque con ella eran multitud. Es como darse cuenta, con el tiempo, de que nunca se ha estado en el sitio que se creía estar, que se pensaba que casa era una persona y los muebles todos sus sentimientos. Y de repente, un día se despierta y ve que se ha llevado toda su ropa, la mitad de los muebles y no ha dejado ninguna nota. Y cómo duele sentir que ya no está, sentir la cama vacía después de haberse llenado tanto.
Le dijo adiós porque no pudo soportar el engaño de sus palabras, porque no podía hablar sin soltar un torrente de agua salada desbordándose de sus pupilas, se lo dijo porque le hacía daño.
Le dijo adiós porque el olvido era mejor que creer que nunca nada existió, que sólo fueron eternos en su imaginación, que las mentiras siempre bailaron con ellos a escondidas en una noche de verano.
Le dijo adiós porque él no la quería, y no hay nada peor que quedarse cuando nadie te espera en ninguna estación para mirar cómo juntos pierden un tren tras otro.
Le dijo adiós, pero fue tan en silencio que nadie lo oyó.
Le dijo adiós y se fue.
Le dijo adiós pero siempre va a estar ahí.

sábado, 31 de agosto de 2013

37

Jamás la vida me había partido en dos como lo has hecho tú. Nunca había sentido como si todo el mundo estuviera en calma y yo llevara la tormenta en la cabeza, sin poder dejar de llover.
Me duelen los ojos de ver cómo los recuerdos me inundan las pupilas de negro, sin poder ver nada que no seas tú.
Me duelen los oídos de escuchar voces que no son la tuya, sin poder oír los susurros que me erizan la piel, sin poder volver a escucharte reír.
Me duele la boca de todos los besos que no nos estamos dando, por todos esos besos que no nos daremos jamás.
Me duele tanto el corazón que no puedo escribir sin derramar una lágrima.
Que ya no sé hablar de mí sin hablarles de ti, sin contarles que te llevo marcado en cada parte de mi piel, sin decirles que este cuerpo ya no es mío desde que te fuiste.
Que los abrazos salvarán el mundo, pero a mí el tuyo me salvaba la puta vida; y ahora me la destruye.
Que me miro al espejo y no me reconozco, que sólo veo la estela de lo que algún día fui sin ti.
No trato de olvidarte porque sé que no lo conseguiría, pero trato de recordarte lo menos posible para poder sobrevivir (porque vivir ya no sé desde que no estás).
Quizás algún día te entienda, pero será tan tarde que ya no querré saber nunca más de ti.

miércoles, 28 de agosto de 2013

El rincón de pensar en ti.

Me he quedado a vivir en el rincón de pensar en ti.
Soy una okupa de recuerdos, de sentimientos, de sensaciones, de miradas, de sonrisas.
El único mueble que habita ese lugar es mi cuerpo, o el tuyo, porque ya no lo siento mío desde que no eres tú el que lo roza con las manos. Siento que es invierno sin ti, aun cuando el termómetro de fuera marca 35ºC. Pienso si me habré vuelto loca o es que mi temperatura corporal se ha amoldado tanto a ti que se pone a cero si no te siente a tres milímetros de mi piel.
Y tendrías que ver cómo se me eriza la piel por sentir la nostalgia tan dentro de mí, casi me llega a rozar el corazón, y creo que lato más rápido de lo que nunca he llegado a sentir..
Ojalá este frío sólo fuera estacional, y no me refiero al tiempo meteorológico sino al aire gélido que dejas cuando te marchas del andén 37 . Me quedo más muerta de frío contigo que de amor y hay algo que no funciona bien entre los dos.
Me quedo a vivir, sí, pero sin facturas, sin contratos, sin promesas ni regalos. Te alquilo mi corazón, para que vengas a buscarlo y lo compres, para que te quedes a vivir en él, para mudarme contigo y ser dos en uno.
Te estoy esperando, con frío, con esperanzas, conmigo.
Pero ven,
que el frío empieza a congelarme el corazón.


viernes, 23 de agosto de 2013

Hablo de cartas de amor.

Cuando escribes una carta, estás escribiendo un trozo de tu vida. Estás entregando una parte de ti que nadie ha visto aún. Escribes tus ilusiones, tus miedos, tus esperanzas, tus recuerdos... Escribes como si alguien te abriera el pecho en dos y sacase de ti todo que nunca te has atrevido a decir.
Le regalas, a esa persona, a tu destinatario o confidente, palabras que nunca has pronunciado en voz alta pero que tantas veces has querido gritar.
Te manchas de tinta y, sin embargo, es sólo una metáfora de lo mucho que te manchas el corazón al desnudarte en alma y letras.
Escribir una carta es describirte a ti, es jugar a que te tengo aquí y no a la distancia a la que ya no te veo. Escribirte era viajar a contarte todo sin moverme del sitio, era susurrarte mis miedos y dejar de temblar.
Porque enviar una carta es enviarme a mí misma, es estar allí contigo en el momento en el que me lees. Quizás no te hayas dado cuenta, pero estuve presente mientras me leías; aunque, tranquilo, yo tampoco me dí cuenta.
La única carta que he enviado en mi vida ha sido la única que no me han respondido. Y eso es todo lo que puedo contaros del amor.

lunes, 19 de agosto de 2013

Te quiero; no huyas.

Anoche te escribí una carta, como cada día, como cada noche. Escribo el pasado que nunca llegamos a compartir del todo por eso de tus idas y venidas y las huidas que nunca anunciabas. En uno de esos "volveré" me he quedado a vivir, aunque sea sin luz ni agua, aunque sea sin ti. Me duelen todos esos "lo intentaré" que nunca jamás has tenido intención de empezar y que yo ya he intentado tantas veces que no me quedan ganas para tropezar una vez más. Que tengo el corazón tan roto de tanto caerme que ni siquiera me levanto ya. Las vistas desde el suelo son tan tristes que la tristeza se ha convertido en mi bucle favorito desde hace quince noches. Nunca me ha gustado esperar a nadie, por eso del miedo que me entra al pensar que la otra persona no estará. Pero joder, contigo hubiera esperado más de diecinueve días y quinientas noches si hubiera sido necesario. Pero que ya no es necesario porque no me necesitas y lo entiendo, y deseo no continuar. Que no me encuentro el botón de sonreír por ninguna parte, que te has llevado el mecanismo que me hacía ser feliz.
Sólo te pido que no vuelvas, porque no podría soportar otra huida más.

domingo, 18 de agosto de 2013

Bésame la muerte.

Estar muerta en vida es lo peor que te puede pasar.
Todo el mundo está pendiente del tiempo, de las prisas, de las personas, del amor, de las esperanzas, las ilusiones y yo, no siento nada. No siento nada porque se ha creado tal vacío en mi interior que es imposible que alguien lo pueda llenar, el posible hecho de intentar llenarlo haría explotar el vacío en mil pedazos y dejaría de existir.
Estoy dejando de existir, se han borrado todas esas líneas que alguna vez adornaron mi cara mirándote. Hablo de las sonrisas. Que ya no sé qué es sonreír y me duele tanto no poder sonreír como estar triste las veinticuatro horas del día.
Siento que el mundo se me escapa sentada en la misma posición hora tras hora pero es que ni siquiera me apetece levantarme, para qué, si no me lo voy a comer.
Tengo un duelo de sentimientos que se han instalado en mi cabeza y no me dejan concentrarme. Es como estar con alguien pensando en otro alguien, al final ni lo uno ni lo otro.
Al final has terminado matándome tú y no la vida, pero es que a lo mejor eras tú mi vida y por eso ahora esta muerte anticipada.

martes, 6 de agosto de 2013

113

Perdóname, pero no he vuelto a cruzar la calle que nos vio agarrados y llenos de miradas cómplices desde que te marchaste. No he querido volver a pisar los lugares que nos vieron caminar y reírnos de la vida. Ni siquiera me he vuelto a recoger el pelo, porque a quién le va a molestar, si no estás.
Que he preferido ir andando, corriendo o en tranvía, pero no me hagas coger el autobús, porque llevan tu nombre en cada rueda y tu sonrisa en cada ventana.
Que me cuesta conciliar el sueño, porque no sabes lo difícil que es dormirse sin nadie que te coja de la cintura. Que la cama se me queda grande, esperando tu cuerpo para llenarse y así llenarme yo también.
Que echo de menos tus manos en cada centímetro de mi piel, el rozar de nuestros cuerpos y cómo juntos podíamos llegar a ser uno. Nunca me hubiera cansado de mirarte porque tienes los ojos más tristes que he visto y aun así la mirada más bonita que existe.
Que tus brazos son el puto lugar más seguro del mundo y que nunca antes había dejado de tener miedo hasta que me abrazaste.
Estaba tan llena de palabras que se me escapaban todas por la boca cada vez que te besaba porque quién quiere hablar teniendo tu boca sobre la mía.
Ojalá sepas que contigo fui tan feliz que no supe ni decírtelo.
Ojalá entiendas que contigo el mundo es un poquito mejor.
Ojalá.
Porque sé que volverás, porque sé que te quiero.

domingo, 21 de julio de 2013

Destino: siempre tú (II)

Te miro, no logras verme, me olvido de cómo viven las estatuas para ir saltando los obstáculos que no me dejan tocarte. Y corro, como jamás en mi vida he querido hacerlo. Me separan metros, centímetros, milímetros. Y me cuelgo de ti, me adhiero a ti, soy parte de ti, me fundo contigo. Te abrazo como si el apocalipsis hubiera vencido y fuera nuestra primera y última despedida. No te dejo respirar, y en vez de soltarte voy y te beso. Creo que no puedo ser más feliz. Y entonces hablamos, en realidad no lo recuerdo muy bien pero cómo te miraba, el mundo no existía para mí. Te toco el pelo y me siento morir, porque es real y te estás riendo. Sonríes, te juro que sonríes y no puedo dejar de sonreír yo tampoco. Te vuelvo a abrazar, te abrazo tanto y tanto y me sigue pareciendo tan poco. Y me coges, y me dices algo y los minutos se agotan. No, por favor. Detén el tiempo, quédate conmigo. Deja que exista un nosotros efímero. Y cuando menos me lo espero me agarras y me abrazas y me lo dices con esa voz con las que tantas veces he soñado, pero esta vez es verdad. Y por un momento tú eres el lugar más seguro del mundo. Oigo ruidos, el tic-tac del reloj me acojona y me aferro a la esperanza de que decidas quedarte, pero queda poco, la gente sube, tú miras, yo no quiero mirar. Me dices que es la hora y yo no quiero, de verdad que no. Te envuelvo en un millón de abrazos y besos para que no se te ocurra olvidarme. No me olvides, quiero decirte. Y tú te vas alejando, y me miras, y te miro, y subes, y te vas, te vas, te vas. Ya casi no logro verte. Me gritas "ven" con la mirada, o sólo espero que me digas eso. Y espero, mucho, aún más, hasta que veo que te marchas. Te sonrío, te digo adiós, nos volvemos a mirar, por última vez. Ya no existes, se acabó. Me quedo quieta, muy quieta. No soy capaz de moverme. Al cabo de un rato logro caminar y las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos descontroladamente. Me da igual que la gente me mire, sólo existo yo. Salgo de ese sitio, ya no me parece tan bonito. Creo que lo odio. Y espero a otro autobús, otro más, ya no te espero a ti. Y dejo que me consumas durante unos minutos, porque todavía te siento, porque todavía estoy viva.

sábado, 20 de julio de 2013

Destino: siempre tú (I)

Voy sentada en el autobús. Estoy recorriendo la ciudad que me ha visto crecer y sin embargo no la reconozco. Soy una extraña viajando en un mundo que ya no me conoce (ni yo a él).
Inmediatamente pienso que el destino eres tú, y, de repente, me cambia la cara, me brillan los ojos, se asoma la sonrisa y me tiemblan las manos. Intento tranquilizarme pero no puedo, me cosquillea todo el cuerpo, puedo sentir como la gente me mira; sin embargo, cuando giro la cara, todo el mundo está en sus cosas: mirando un reloj, leyendo algo, hablando de lo que harán esta tarde, pensando... pero nadie me ve a mí. Y entonces suspiro, y creo que es el suspiro más largo de toda mi vida. Parece que me he quitado un miedo de encima. Voy mirando por la ventanilla como si así los minutos volaran más rápido, como si el reloj marcase sólo la hora de verte. Me muerdo las uñas y no puedo evitarlo, no puedo evitar pensar en ti. Quedan treinta minutos. Sólo treinta o todavía treinta, no lo tengo muy claro. Sin darme cuenta, llego a mi parada. El autobús está vacío. Me bajo y me pongo a buscar. Lo primero que leo es "Estación de trenes". Y pienso mierda, me he bajado en la parada que no era. Doy un par de vueltas, miro, observo a la gente y veo el cartel "Estación de autobuses". Respiro tranquila y me dirijo enérgicamente hacia allí. Supongo que las personas que me miran estarán pensando que espero a alguien importante o que mis ganas de ver a alguien se me notan en la manera de andar. Siempre se me nota todo. Intento evitarlas con la mirada y sigo caminando, o casi corriendo, las prisas. Escaleras mecánicas, maletas, personas, bienvenidas, despedidas. Leo el panel y te encuentro ahí, sonrío. Voy decidida hacia el andén, creo que se me ha olvidado andar.
Por fin llego. No hay nadie, vaya. Quedan veinte minutos. Alguien me pregunta algo, no recuerdo el qué, estoy demasiado nerviosa. Me siento en el suelo, la gente me mira raro pero y qué, no me miréis. Los minutos se convierten en horas hasta que de repente, te veo venir, bueno, no literal, llegas tú y treinta pasajeros más, pero es que a la mierda toda la demás gente si estás tú. Me levanto inmediatamente, voy corriendo y tiro el chicle a una especie de papelera, vuelvo a mi sitio. Baja gente, ninguno eres tú, creo verte... pero no. Mierda, no lo voy a reconocer. Y, de repente, tú, bajas de un salto, como esperando la nada y a la vez esperándolo todo. Y te miro, y en esos momentos soy incapaz de pensar, porque no puedo, porque no quiero, porque estás tú y todo lo demás me da igual.

miércoles, 17 de julio de 2013

Dime que querer es poder.

Tengo al miedo atravesándome la garganta.
Y qué putada cuando el miedo tiene nombre y se llama como tú, y me recuerda tanto a ti.
Que no sabes la de veces que he querido no conocerte nunca, y las veces que he pensado en no pensar eso nunca más. Pero es que has venido a mi vida arrasando con todo y llevándote mi orden, y que ya no sé ni qué significa esa palabra desde que te cruzaste por primera vez conmigo.
Y ojalá que no, que sólo fueras un sueño, y que pudiera despertarme y continuar como si nada, como si no existieras. Pero es que existes y joder, no puedo dejar que te vayas. Por eso yo y mis ganas de luchar para no irme. Para intentar no salir corriendo cada vez que leo un imposible en tus ojos; y entonces los cierro para no ver la vida, para no desaparecer. Pero es que, a veces, no funciona, y termino desapareciendo segundos, minutos, horas. Y pienso que ya no estás, pero sólo soy yo, que no estoy si tú no.
Salta desde el corazón, valiente. Y recoge todos mis miedos.
Deja que te coja la mano y no quiera irme nunca más, que quiera quedarme a pesar de. Que ojalá hagamos que merezca la alegría, y la pena (pero sólo a veces, cuando ya no pueda más). Y dime que querer es poder, que me puedes desde que me quieres. Dímelo, pero sin abrir la boca. Mírame, que podemos, que queremos. Juntos.

lunes, 15 de julio de 2013

No me entiendo.

Entiendo por su risa
mi casa favorita
por sus ojos vacíos
sus manos en los míos.

Entiendo que no llore
pero que me abrace cada noche
que me hable su silencio
sin palabras de por medio.

Entiendo que no sea suya
ojalá me mire y no huya
que me diga que sin mí, no
y que sin él, tampoco yo.

Entiendo que nos duele
si cada kilómetro muerde
si cada despedida, trenes
si somos sólo suerte.

Entiendo que no sepas entenderme
pero que intentes ayudarme
que quieras intentarme
que sólo quieras quererme.

Entiendo que sólo pensaba
entiendo que se acaba
entiendo que estabas
entiendo que, ya
nada.

sábado, 13 de julio de 2013

Si supieras.

Si supieras todo el odio que tengo guardado pero nunca he utilizado.
Todas las ganas que he tenido de usarlo contra ti y mancharme de mentiras la boca. Toda esa rabia que me corría por las venas y me pedía sangrarte con palabras y herirte a lápiz y papel.
Si supieras.
Pero no lo sabes, porque siempre me termina ganando la batalla el amor. Es como el intermediario entre el odio y yo, es como el héroe de cada guerra, la buena acción del día, una sonrisa regalada, un abrazo inesperado. Que me salva. Siempre. De caer a caer contigo. Y no sabes la diferencia abismal que hay entre un acantilado vacío y un océano con vistas a ti.
Pero que tengo un corazón defectuoso y, a veces, el odio se me escapa. Y te grita, y te duele, me duele. Nos duele. Y caemos en una espiral de la que es imposible salir hasta que no me arreglo el corazón a mentiras, y dejo que el amor vuelva a sonreírme, aunque sea a medias. Y esta vez caigo sin ti, y tropiezo con la misma piedra que vi desde que te conozco y empezamos la misma historia de ni contigo ni sin ti, y vuelvo a odiarte, y vuelvo a quererte, con las mismas ganas, con el mismo odio, con el mismo amor. Y vuelvo a saltar al vacío.
Pero esta vez... ya no estás tú.

jueves, 11 de julio de 2013

C'est fini.

Y de repente lo entiendes, se acabó.
Y en tu cabeza resuena el último portazo que nadie ha dado pero que el viento ha cerrado. A cal y canto. Y ya nada es igual.
Empiezo a cambiar todas las esperanzas por un puñado de ilusiones rotas que se han ido amontonando en el rincón de pensar. Ese que ya nunca me oirá pronunciar tu nombre en voz alta, porque te juro que te pienso tan alto que me oyen hasta los vecinos.
Me voy cambiando las sonrisas que me provocabas por un manto de nubes negras que amenazan con diluviarme cada vez que me acuerdo de ti.
Voy buscando tu mirada en otros ojos como si así pudiera sustituirte. Sustituir, no sabes como odio esa palabra (desde que tú).
Llevo en calma dos estaciones y vienes tú a convertir mi verano y a alegrarme la vida, aunque sea mentira.
Y yo sólo puedo pensar que te irás, como termina yéndose el sol por la noche. Que algún día las maletas sólo servirán para llevarte toda la locura que tenía guardada para ti, para llevarte un trozo de mi ventrículo y dejarme a medias el corazón.
Pero se acabó, porque ya no hay nada (a veces me cuesta pensar que nunca hubo nada).
Y ojalá no acabase, porque sigue doliendo igual. O más.





domingo, 7 de julio de 2013

Desde que no estás.

Hace tiempo que no soy, aunque esté, aunque lo parezca.
Que ya no sé vivir sin dolerme, que llevo clavada la vida en el ventrículo derecho desde hace mil latidos y no quiere salir a no ser que tú la beses. Como si así se solucionara todo, besándome.Y arrancándome todos los monstruos que llevo cargados en la espalda desde que ya no les gusta dormir debajo de mi cama, desde que no estás.
Desde que no estás no he podido dormir más de dos horas seguidas sin despertarme, girarme y ver que estoy sola, que ni el fantasma de tus recuerdos se atreve a visitarme.
Desde que no estás no me he atrevido a confiar en nadie más, no he podido inventarme sueños, ni imaginarme ciudades que no existen ni erigir castillos en el aire que algún día caerán.
Desde que no estás nadie me ha vuelto a coger de la mano, ni a rozarme con los dedos, ni a abrazarme como si sólo tú y yo y a la mierda el mundo.
Desde que no estás  no puedo evitar salir a la calle y llover de vez en cuando sin paraguas, a que me moje la vida, a que me empapen las ganas, a que se corran las gotas.
Desde que no estás, intento estar, por si.
Desde que no estás, ya nada. Y me ahogo.
Desde que no. Estás y no te encuentro.

jueves, 4 de julio de 2013

Supongo, imagino y sueño.

Supongo que llevo días jugando con la improbabilidad de hallar esperanza en algo que está más muerto que yo. Supongo que no puedo decir que haya estado viviendo, ni tan siquiera respirando... pero quién me va a creer. Si voy fingiendo dos curvas hacia arriba cada vez que alguien me habla y me invita a hacer cosas. ¡Cosas! Como si no tuviera suficientes cosas en la cabeza que hacer. Como si no estuviera ocupada inventándome una vida que no existe.
A veces siento que no existe porque no existe nada en lo que creo, ni las personas, ni los sentimientos, ni las verdades, ni las mentiras, ni las sonrisas, ni las lágrimas.
Nada.
A eso se reduce la vida, imagino.
E imagino porque no tengo nada que vivir, sólo sueño, día tras día, a cada hora, a cada minuto, segundo, milésima de segundo... sin parar, con más prisa que pausa. Por eso el no querer salir a buscar la verdad, porque para qué, si todas las tiendas van a estar cerradas de tanta mentira suelta que ronda al amor. Hace tanto que no me hago el amor que se me ha olvidado cómo se sonríe, que si despacio o que si deprisa, que si con los ojos abiertos o cerrados, que si con las manos o con los ojos, que si a ti o a mí y que ni lo sé ni me importa. Porque ya nada importa desde que el vacío asola tus ojos y ni siquiera me dejas mirar dentro de él, que no me atrevo a saltar por miedo a no despertar jamás, por miedo a que sea un olvido, a ser el tuyo. Que me da igual si el mundo me olvida, pero que tú.
No.
Y por eso muero, o no vivo, que viene a ser lo mismo.

lunes, 1 de julio de 2013

Desde que tú. Y que yo. Nosotros.

A veces no sé creerme si no te creo a ti antes.

Debo haberte inventado tantas veces como te he pensado pero es que no me salen las cuentas. Sale a devolver no sé cuántos sueños y mil y una noches de insomnio, sin contar todas esas noches en las que te he soñado despierta.
He cruzado la delgada línea que nos separa para que sea lo único que nos distancie y es que he llegado a querer tanto a la distancia que no sé si la quiero más a ella que a ti pero cómo explico que me olvido de ella cada vez que te veo.
Supongo que podría morir en un abrazo tuyo sin importarme la guerra interior de mariposas que se crea si te miro. Ojalá no me sueltes nunca.
He empezado una colección de sonrisas desde que te conozco y nunca antes me había gustado tanto sonreír como lo hago ahora. Y menos mal.
También te digo que desde que hablo contigo uso menos el paraguas y dejo que la lluvia me empape para sentirme un poco menos yo.
Las canciones ya no me hablan de amor sino de ti y no veas lo alto que canto cada vez que te paseas entre notas y acordes de guitarra.
Nunca me han gustado las despedidas y por eso te pido que vuelvas, porque sólo puedo despedirme de ti si sé que te voy a volver a ver sin que te diga ven.

sábado, 29 de junio de 2013

Don't come back.

Vete. No vuelvas.
Deja de quererme, de pensarme, de mirarme. 
Olvídate de mí.
Estamos siendo lo que no quería, nada. Y no sabes lo que duelen todas estas ganas de hacer poesía con la mirada y no poder. Y de qué me sirve saber que estás ahí si no luchas por mí, si ni siquiera sale un te echo de menos de tu boca. Si me he quedado de pie en esta guerra fría esperando que el calor de tu cuerpo me derrita, pero todavía no has venido a buscarme y aun así sigo aquí esperándote. No has sabido curarme la tristeza, pero es que ni lo intentas, y yo no dejo de llover desde entonces por los dos.
Tengo miedo, del mundo (entiéndase mundo por ti). Me asusta necesitarte tanto y ver cómo tú te alejas.
Saber que las carcajadas de la noche son puro teatro artificial, y qué putada, amor.
Había soñado tanto contigo que pensé... (pero pensé tanto que me equivoqué).
No quiero vivir muriéndome sin ti pero es mejor que morir en vida.
Dime adiós, por favor, dímelo porque yo nunca me atreveré a decírtelo.

miércoles, 19 de junio de 2013

Pero contigo.

He dejado de creer en los cuentos de monstruos para creer en ti.
Y es que es demasiado fácil dejar de creer en ti mismo para creer en otros, y caer, pero sin tener miedo.
He pasado de creerte a crearte porque eres arte entre mis letras y es que nadie suena mejor que tú sin ser música. Eres como la nota de la guitarra que me rompe en dos al escuchar mi canción favorita pero que escucho hasta el final porque me gusta, pero imagínate, tú más.
Toda mi vida cruzando los semáforos en verde hasta que llegas tú y me haces cruzar la vida en rojo y besarte entre coche y coche y que sí, quiero (correr el riesgo contigo).
Nunca me gustó sonreír tanto como cuando haces que el mundo sea mío sin haberlo poseído nunca y creo que podría acostumbrarme a levantarme cada mañana sonriendo y no cansarme nunca.
Que la desesperanza, la desilusión, la tristeza y el miedo son cosas que no existen desde que me miraste por primera vez (y es que creo que desde ahí no he vuelto a mirar a nadie más igual).
No entiendo de "quédate" o de "ven" pero es que contigo he aprendido a estar queriendo y a ir volviendo. Y menos mal.
Desde que escribo pensando en ti creo que me he vuelto loca, pero me encuentro tan bien que ya sé lo que quiero ser de mayor.
Loca. 
Quiero ser loca, pero contigo.

lunes, 3 de junio de 2013

Te quiero a 300 rpm.

Tengo miedo de mí.
Soy el nudo que tengo en la garganta desde que te conozco, y que no deja de jugar con mis palabras para que no salgan.
Te quiero. Decir tantas cosas que se me llena de polvo todo lo que nunca te he dicho y quisiera gritar.
He aprendido a gritar. Con los ojos. Y me parece una de las cosas más bonitas que se pueden hacer con ellos. Y mirarte. Porque mirarte es verme a mí. Es vernos. Es quedarme ciega de sentimientos y aun así seguir viéndote. No es magia, somos nosotros.
Tengo miedo de ti.
Eres las ganas de una noche de verano sin fin. Eres mi revolución de pensamientos por minuto. Eres mi primavera en un día de invierno. Soy invierno si no te tengo.
Me quieres. Sin saber pronunciarlo en voz alta pero cantándomelo en silencios. Y nunca los silencios me hablaron tanto como cuando los comparto contigo y me hablan de nosotros dos.
Tengo miedo de nosotros.
Somos la vida encerrada en dos corazones pequeños. Y tan frágiles que temo romperme y que te rompas tú conmigo. Que nos rompamos los dos. Que no sepamos levantarnos. Que la caída no nos deje salir nunca.

Tengo miedo
de mí
de ti
de nosotros.
Pero
te quiero
y
me quieres.

jueves, 30 de mayo de 2013

Escupo cien sentimientos por minuto.

Eres el borrador de mi mente
cada idea sin salida
cada pensamiento de repente
cada emoción contenida.

Te veo cruzando las horas
sintiendo que estás aquí
volando de nunca a ahora
pensando lo que sentí.

Se me escriben los poemas
soñando que algún día vuelves
a romperme los esquemas
viendo mi muerte ausente.

Las puertas han cerrado
y no tienes la llave
de un recuerdo olvidado
en dos noches de bares.

Te has llevado mi vida
y un trozo de corazón
con la nostalgia vestida
en un mundo de dolor.

No sé qué contarte
que no te haya llorado ya
ni que toda esta parte
es una lágrima quizás.

viernes, 24 de mayo de 2013

Vacíos en folios muertos.

Llevo horas mirando el papel tan fijamente que creo que de un momento a otro va a romperse y va a desintegrarse en trozos tan pequeños como yo.
Está tan vacío que me recuerda a un jarrón sin flores, una despedida sin beso, un domingo por la tarde, a ti sin mí. 
Es tan blanco como una pared muerta, unas sábanas desordenadas, una taza sin café, una nube que no llora.
Puede ser tan frío como un hielo cuando quema, una tarde sin abrazos, una mañana sin los buenos días, un invierno en pleno verano.
Se le nota tanto la tristeza en las cuatros esquinas de su cuerpo que ya no sé si doblarlas, romperlas o arrugarlas.
Y es que me mira de una manera que siento que me puede romper, que va a atravesarme desde su vacío y va a tirarme al abismo más cercano -para separarme de ti-.
Pero cómo decirle que ni un papel nos puede separar, me puede separar de ti.
Que desde que soy feliz, es él quien se ha separado de mí, es quien ya no me deja crear sueños con palabras, ya no me susurra poesía por las noches, ya no me salva cuando muero.
Pero verás, eso es porque eres tú quien me devuelve los sueños cada día y me los quita por la noche, quien me hace poesía con sólo rozarme la mano y quien me salva de la muerte viviéndome.
Que me he dado cuenta de que no necesito escribir en un papel para ser feliz porque me gusta mucho más escribir en ti para poder leerte después.

viernes, 17 de mayo de 2013

Conmigo sin ti.

Se me hace tarde para no quererte.
He agotado todas las balas que me quedaban para callar al corazón y que no gritara tu nombre en su último suspiro; pero es que no he encontrado nada para que deje de latir, para que sonría (por ti).
Ni de los sustos que le das cuando te vas se ha muerto siquiera.
Tan sólo noto un dolor en el ventrículo derecho cada vez que te echo de menos, pero que es que, verás, nunca dejas de dolerme porque nunca dejo de echarte de menos.
Nunca me preguntaste si me gustaban las mariposas pero desde que me conoces han creado un ejército dentro de mí del que es imposible escapar. Y claro, yo me dejo atrapar y consumir (por ti).
No he sabido nunca ir en línea recta por la vida; pero que tampoco quiero porque, contigo, la vida tiene más curvas que mi cuerpo y el tuyo juntos.
Tienes una ciudad preciosa en el ombligo y no me canso nunca de ser rotonda contigo.
Las carreteras que tienes por piernas me las he recorrido tantas veces como días me has permitido y no sé ir en coche sin acordarme de ti. Y no sabes lo que es viajar pensando en ti (sin ti).
No sabes lo que es ir buscándote entre la gente y no encontrarte, ni poder coger tu mano para susurrarte al oído todos mis miedos y que tú me mires y me cuentes que estás aquí (conmigo).
Pero ese es el problema,
que no estás
que no me miras
que no te siento
pero que yo
te quiero.

lunes, 13 de mayo de 2013

No te echo si no es de menos.

No he encontrado la manera de entenderte pero te he encontrado a ti.
A veces, creo que me hablas en idiomas que no conozco pero nos besamos y te entiendo. Y quién puede luchar contra el idioma del corazón.
Que no se trata de fabricar el amor sino de hacerlo. Y de deshacernos; por dentro, por fuera, por la tarde, por la noche, por ti, por mí.
Que ya sé que no existe un nosotros, pero tampoco existe un tú y un yo separados y qué importa el mundo si yo te quiero. A veces te quiero con la boca tan pequeña que creo que no me vas a oír pero me sonríes de tal manera que es imposible pensar que tú no me estás contestando con otro te quiero.
Me gustas tanto que se me olvida respirar, pero es que a lo mejor se me olvida  porque me dejas sin aliento cada vez que te veo y creo que nunca he estado tan enferma del corazón como ahora.
No necesito médicos ni enfermeros si eres tú el que me va a curar las heridas a besos y me va a cicatrizar el cuerpo a gemidos. Que de gritar he aprendido a escuchar tus silencios y a bebérmelos cada vez que te oigo.
Mi terapia del amor consiste en oírte reír y en contagiarme contigo todos los síntomas de la felicidad.
He aprendido a echarte de menos sin morirme pero nostalgia me sigue visitando si no estás y no hay ojos más tristes que los suyos.

Así que, por favor, no te vayas,
aunque te diga quédate.

jueves, 9 de mayo de 2013

Me muero de ti.

Es la tercera vez que soledad me visita esta semana. Y yo no hago más que cerrarle la puerta, una y otra vez, pero es que sabe colarse por la ventana y despeinarme con el viento. Se me enreda entre los silencios y me grita tan alto que no consigo entenderla. Hace tiempo que dejé de estar cuerda para engancharme a la locura de la vida, o de mi muerte, que viene a ser lo mismo. Soy la sombra  de todo lo que algún día me prometes, pero es que ya no sé cuánto de ciertas son estas alucinaciones es las que te veo y me hablas.
Ni siquiera recuerdo haberte dejado entrar en casa, ni siquiera sé si me he levantado de la cama. Que ya no sé si duermo o sueño despierta. Que sólo sé en qué día vivo los minutos en los que vienes a visitarme, o a atormentarme, qué más da. No sé vivir sin echarte de menos y por eso creo que me estoy muriendo de ti. Morirse de alguien. Qué tontería ¿no? Pero es que ya no consigo verte ni oírte y te pido que te rías y sólo oigo llorar, pero no hay nadie. Estoy sola, y comienza a llover. No tengo paraguas. Y entonces me doy cuenta. Me doy cuenta de que la que llora soy yo, de que tu risa terminó y de que no existen paraguas para esta tristeza de ti.

sábado, 4 de mayo de 2013

Ya no te lluevo como antes.

Creo que nunca se nos rompió el amor porque nunca lo tuvimos.
Lo veíamos tan de cerca que lo creíamos nuestro pero es que jamás supimos hacérnoslo.
Tirábamos de los hilos que se nos perdían de tanto quitarnos la ropa, la piel y la vida, pero cómo decirte que sólo conseguíamos perdernos un poco más de lo que ya estábamos. Que no sabíamos a dónde ir, a dónde huir. Creo que contigo aprendí a huir de mí misma y no sabes la de veces que me perdí, por ti. Pero nunca viniste a buscarme y ese fue el error de seguir esperándote en una parada en la que ya no pasaban autobuses. Desde entonces, no he vuelto a subirme a ningún autobús sin acordarme de ti, sin esperar que seas el chico de la sonrisa que tanto me gusta o el que de un momento a otro me mirará y bajará la vista en cuanto me dé cuenta. Porque siempre has sido mi viaje preferido, mi salida de emergencia, mi entrada al paraíso. Y no entiendo que lo hayamos pisado todo sin bailar siquiera antes. Que a lo mejor es que nunca quisimos bailarnos el agua y por eso tanta tristeza metida entre pupila y pupila. Que ya no te miro como antes, que ya no te lluevo como antes. Y no sabes la sonrisa que se me dibuja en la cara al saber que no dueles, ni siquiera un poco. No eres olvido, pero eres un recuerdo que sonríe, y creo que nunca he sido tan feliz como ahora.

lunes, 29 de abril de 2013

Somos (error).

No eres error porque todavía no te he cometido, pero qué ganas de ser el error más bonito del mundo.
Hemos establecido un toque de queda para querernos por si las ganas de quedarnos las evaporan la huida.
Pero cómo decirte que la única manera en la que yo huiría sería de tu mano, a cien latidos por segundo.
Y no sé si se me pararía el corazón o me pararía yo a besarte, pero que a lo mejor es un poco lo mismo.
Hemos precipitado la razón por el balcón para que sólo venga a visitarnos la locura por la ventana; y creo que ya no necesito puertas (abiertas).
De locos sólo sé tu mano por mi cintura y mis dedos por tu espalda.
Y de mapas lo que aprendí fue con tu cuerpo lleno de carreteras, de lunas y de miedos que se curan a besos.
Creo que el miedo a volar lo perdí el día que me miraste y me tropecé con las ganas de cogerte de la mano y estrellarnos.
Estoy llena de heridas que jamás cicatrizarán, pero que ya me da igual, todo, (porque son de caerme contigo).
Necesitarte sería quedarme corta porque usar la respiración ya no me parece tan sencillo si eres tú quien me la cortas.
Estamos al borde de la muerte te digo
vivimos la vida me dices
y nunca se me dio tan bien vivir, como ahora.
Y es que no quiero
que dejes de vivirme nunca,
porque yo no he dejado de morir
por ti
desde que te conozco.

viernes, 26 de abril de 2013

Eres la herida sin espina.

Eres el cactus sin espinas más bonito que he conocido.
Pero es que no sabes que, cuando me conociste, me las clavaste todas a mí.
Tengo una herida preciosa en el corazón que no deja sangrar desde la primera vez que me hablaste, y es que se te da tan bien eso de los te hiero que creo que he empezado a creérmelos (y a notarlos).
Perdona si no te abrazo de vez en cuando pero es que tengo miedo de que todos estos cristales rotos te conviertan en lo que no eres.
He dejado de mirarme en los espejos por si acaso alguna vez veo lo que has visto en mí y huyo para no quererte. Pero que ya he fracasado en eso de quererte, que se me hace imposible no sentirte y no romperme por dentro cada vez que te pienso.
Todo este desastre de ilusiones, esperanzas y mentiras lo he dejado bajo la alfombra para que no te tropieces cuando me busques (si me buscas). Pero es que creo que la que te ha buscado he sido yo y desde que te busqué has hecho lo posible para perderte conmigo y creo que no quiero que nos encuentren nunca.
Y es que eres todos mis principios sin finales, un abrazo en un día triste, una sonrisa cuando lloras, un te echo de menos cuando llueve. Y es que sólo quiero que me dejes ser todos tus principios, abrazos, sonrisas y te echo de menos (juntos).

domingo, 21 de abril de 2013

He dejado de sentir(te).

Creo que he dejado de sentir(te) tristeza.
Han volado todas esas dudas que tenía en la recámara esperando ser disparadas. Y es que en el vuelo se han perdido todos los miedos que tenía guardados en el tercer espacio intercostal. Que sólo espero que no vuelvan, que huyan tan lejos que no sea capaz ni de rozarlos con la punta de los dedos.
Se han secado todas las lluvias que me han llorado durante días de tormentas, donde los rayos sabían partirme en tantísimos trozos que nunca he podido llegar a contarlos todos. A veces sé que echo de menos llenarme de ríos de ausencia y empaparme de recuerdos, pero es que se vive tan bien debajo de tus brazos.
Nunca el tiempo me llevó de la mano tan fuerte como lo hace tu sonrisa cuando me miras. Y perdona si no quiero soltarte de la mano nunca, pero es que me ha acostumbrado al roce de tu piel, (y es que ya decía Revólver que no hay droga más dura que el roce de tu piel, y claro, yo después de esto, tengo que creerle).
He dejado de tropezar con piedras para tropezarme contigo y créeme si te digo que no me cansaría nunca de caerme al suelo si eres tú el que me va a curar las heridas y me va a cicatrizar a besos el corazón. Que ya sólo bebo vasos medio llenos de ti y es que nunca me ha gustado tanto emborracharme como cuando lo hago de ti.
Que has sabido matar a la tristeza que acompañaba a mis ojeras para sustituirlas por sonrisas a medianoche. Y entiéndeme si te digo que no te vayas, que desde que la tristeza no me visita, te quiero mejor.

martes, 16 de abril de 2013

Más muerta (de amor) que viva.

He perdido la cuenta de las veces en las que he muerto porque me sé de memoria todas las veces en las que he resucitado contigo.
Que me mancho de lágrimas cuando la ausencia vestida de ti me visita, como haciendo alarde de que no estás, de que estás tan lejos que no te siento, pero es que mira, que sí te siento y te siento tanto que podría morirme (sólo si tu boca me resucita después).
Siempre me pongo para ti, pero perdida de ilusiones. De ilusiones que espero que unas para crearnos una sábana con ellas y no salir nunca de ahí.
He crecido entre esperanzas, contigo de la mano, pero se me rompen de vez en cuando cuando te alejas en silencio. Y creo que nunca he odiado tanto al silencio como cuando es él quien te coge de la mano y te besa la distancia; cuando te pone un dedo en la boca y te calla para ausentarte, y entonces se me escurren océanos por la cara y nado para ahogarme entre tus pupilas (sin éxito, claro).
Me he caído al suelo tantas veces que he dejado de contarlas porque siempre apareces tú para tirarte conmigo y querernos en el suelo juntos.
Y es que no hay nada más bonito que las sonrisas que me sacas en mis días de domingo, en mis lunes de sueño(s) y en los cinco minutos de antes de irme a dormir.
Ya me he acostumbrado a vivir de tus buenos días y a soñar con tus buenas noches, y así me paso el día, pensando y la noche, soñando.
Has dejado al corazón tantas veces en tormenta que sólo lo han curado las ca(l)mas de después.
Y creo que cuando el corazón me pide guerra es porque te quiere follar los miedos,
y entonces
ven
que le voy a hacer el amor a cada uno de los monstruos de debajo de tu cama.

domingo, 14 de abril de 2013

Eres la ciudad más bonita que he conocido.

Hemos viajado a tantas ciudades sin ver ningún monumento que no sean nuestros cuerpos que hemos agotado los cupos de besos en la espalda esta temporada.
Pero que siempre nos quedan ofertas de trenes que siguen la línea recta de tus piernas y nos llevan a destinos ya pasados.
Pero y qué.
Qué más da recorrernos el mundo otra vez si yo por ti me haría sedentaria de tu ombligo. Me haría esclava de los ojos que me miran cada vez que me despiertan la mañana (y las noches). No me hace falta ver las estrellas si te tengo a ti rozándome cada esquina de la piel y jugando a ser astrónomo.
Que ya me sé de memoria los caminos que llevan a tu boca, porque siempre me tropiezo con las mismas piedras que tienes por dientes y con el mismo río, tu lengua.
Torres más altas han caído, pero ninguna de la manera en la que nos destrozamos bajo unas sábanas que hacen de cielo, polvo y nubes.
Lo puentes los creamos nosotros cada vez que saltamos el abismo que nos separan dos centímetros de distancia.
Y a ver quién se atreve a decir que no creamos ciudades,
que no vivimos en ellas,
que no nos queremos por ellas.

Que eres ciudad.
Y eres mía.

domingo, 7 de abril de 2013

Deshazme la vida y hazme el amor.

Hace tiempo que he dejado de hacer maletas para que lo único que me puedas deshacer sea la vida, amor.
Y joder, tienes esa facilidad para deshacerme los nudos de garganta que cualquiera diría que te dedicas a ello. A deshacer. A deshacerme. A deshacer los problemas, la tristeza, las distancias, la ropa.
Que lo único que sabes hacer, mejor que deshacer, es el amor. Y ojalá haciendo el amor siempre, muy fuerte, como si nos estuviéramos rompiendo cada vez que lo hacemos, como si no nos rompiéramos ya cada vez que nos faltamos. Que somos de componentes frágiles aunque nadie nos haya preguntado nunca y para qué cojones vamos a querer que alguien nos pregunte, si en nuestra soledad conjunta sólo cabemos nosotros y nadie más. Que nos sobran tantas cosas que podríamos vivir sólo de nosotros. Construir un nosotros con vistas al amor y verlo cada día, y hacerlo a todas horas. Y cansarnos de la vida, del amor y de nosotros. Y volver a crear otro nosotros que nos lleve a la locura y creernos locos siempre; y morirnos todos los días hasta que el amor nos separe. Y resucitarnos en mil lunas distintas y en mil y una noches juntos.
Que no he entendido nunca del amor pero sí de las vidas y las muertes que creamos y destruimos a su paso, así que ven y dejemos que el amor no nos entienda nunca.

jueves, 28 de marzo de 2013

Me he enamorado de las letras de tu nombre.

Me he puesto a escribir y sólo me sale tu nombre.
Y creo que podría pasarme horas escribiéndote sin cansarme nunca de ello y joder, qué putada.
Qué putada tener que escribir sin tenerte, digo.
Y es que se me escapan los versos por la boca cuando sonríes y creas rima consonante con tu risa y que no hay nada más bonito que eso, amor.
No hay nada más bonito si no hablamos de los ojalás que nos cuelgan de la lengua queriendo ser futuro próximo.
Que he dejado al pasado en un bar ahogando las penas para que no vuelva; y qué bien lo hace, oye.
El presente me tortura cada vez que apareces y creo que me he enamorado de él.
Te hablaría de la estación que estamos creando con tu invierno y mi verano, pero que ni daría primavera ni seríamos otoño y no hay tiempo más bonito que el que creamos nosotros.
Hablando del tiempo dice que vueles, que él se cansa de tanto batir las alas.
Que crea huracanes cuando te ve y mares cuando te vas y dime si eso no es amor, corazón.
Pero claro, qué va a saber el corazón de nosotros si no nos ha enseñado a querer. Si sólo suspiramos, pero qué bien sabemos hacerlo.
Que no te voy a hablar de finales porque, esta vez, mi final no llevaría tu nombre.

viernes, 22 de marzo de 2013

Si te digo ven, vuelve.

Desde que tú has vuelto, soy incapaz de huir si no es contigo.
Los días han pasado de ser nubes llorando a ser sol entre nubes.
Las noches ya no se esconden entre mis ojos esperando sueños imposibles, sino que vuelan hasta mis ojeras provocándome insomnios de tu mano. Y es que soy incapaz de dormirme si no eres tú quien me da las buenas noches. Los buenos días corren de mi cuenta, y te invito a desayunarme, amor.
Las horas no es que vuelen, es que se hacen cómplices de nosotros. Porque volamos tan tan alto.
El tiempo empieza a pesar cuando más te alejas, estando más cerca que nunca. Y ayúdame a tachar los días que nos sobran que los que nos faltan ya los pongo yo.
Que eso de hacernos promesas es para romper las reglas y cumplirlas de una puta vez. Pero que entiéndeme, que yo rompería las reglas, la ropa y la vida siempre, si es contigo.
Ya sólo entiendo de tristeza cuando te echo de menos. Pero es que te echo tanto de menos que.
Lo de la sonrisa sólo es cosa desde que tú estás, que ya no es un disfraz dice.
Las canciones ya no me recuerdan el pasado sino que crean historias con nuestro presente. Pero que no me hace falta escuchar música si estoy oyéndote reír.

Que ojalá no te tenga que decir ven
para que vengas
y te quedes.

domingo, 17 de marzo de 2013

Tú, yo y las ilusiones.

Llevo días derramando ilusiones que se caen de alguna esperanza rota. Intentando cogerlas y limpiarlas para que no se ensucien, para que no estén sucias de tristeza. Y para que no lloren. Pero llevan lloviendo días enteros sin parar, sin dejar paso al sol, sin sonreír y sin vivir. Y entonces desisto. Desisto y las tiro al suelo, y las rompo con fuerza, con rabia y quizás con algún odio que sale de la melancolía. Melancolía que me viste cada mañana y que me acompaña a soñar (o a tener pesadillas, no sé).

Y cuando creo que muero,
               me vives.
                                                       
O haces que viva,
sin querer queriendo
o
sin querer morirme.

Me llenas de nuevas ilusiones que ya creí muertas y no hago nada por tirarlas, ni por pisarlas. Y ya ves, les doy la mano y les hago un hueco, entre mi corazón y los pulmones, ya sabes, para que me enseñen a respirar y a latir de nuevo. Y me vuelvo a crear mundos imaginarios, castillos en el aire. Me meto en una espiral de autoengaños preciosa que he colocado al lado de las mentiras. Y acorto la distancia que nos separa en hasta prontos y hasta siempres.
Y otra vez tú, y yo, sin querer ser nosotros, pero siendo. 

miércoles, 13 de marzo de 2013

Podría hablarte de lo que nunca fuimos.

Podría hablarte de todo lo que no somos juntos, de todo lo que nunca fuimos.
Podría contarte las heridas que aun no han cicatrizado desde que apareciste. Las cicatrices que borraste sin querer queriendo.
De las sonrisas que le hacían la competencia a la luna creciente.
De los rotos y descosidos que arreglamos sin aguja e hilo.
De las noches en vela que pasamos pidiéndole tregua a la luna, de las estrellas que se encendían al vernos.
De los 'te echo de menos' que gritábamos a los cuatro vientos y que ahora escondemos tan bien.
De las distancias que convertíamos en buenas noches susurradas.
De las ganas de arañarnos la mirada.
De los ojalás que aun cuelgan de nuestros ojos.
De las risas que nadie más ha compartido contigo.
De las respuestas tímidas, de las preguntas no formuladas, del miedo, de la vergüenza.
De las fotos que no existen, de los sueños rotos, de los viajes imaginados, de los encuentros que nunca fueron.
De pasados hechos añicos, de presente vivo (y ya muerto), de futuro lejos (de ti).
De un nosotros jamás formado,
de ti,
de mí,
de ella.
Podría escribirte segundos, minutos, horas, días pero es que me quedaría corta (de amor, digo).
Podría hablarte y lo hago, pero callando. Y cómo matan los silencios, amor.

domingo, 10 de marzo de 2013

Amor por las ru(t)inas.

Hemos caído en la rutina, amor.
Llevamos días despertándonos sin los buenos días. Sin soles que se cuelen entre sonrisas y nos hagan brillar en la oscuridad.
Las buenas noches se han mudado a otra ciudad y nos dormimos pensando en si la noche estará mejor sin nosotros.
Ya no nos echamos de menos; ya no pronunciamos un y yo a ti. Más.
Ocultamos respuestas por no herir a las preguntas, y no sabes el daño que nos hacemos así.
Hemos dejado de hacernos heridas para dejar la huella de las cicatrices. Que quedan bonitas, dices.
Ya no cruzamos límites peligrosos ni el corazón nos va a 200 km/h. Y qué aburrido esto de viajar sin estrellarnos. Juntos, digo.
Nos preocupamos de si el cielo llora hoy en vez de si ha llovido en nuestros ojos.
Ya no nos escuchamos, sólo oímos y a saber cuántos silencios nos hemos tragado ya.
Lo del orgullo creo que lo llevamos bastante bien, sólo nos hemos tragado nueve desde ayer.
Las fotos han pasado a ser sustituidas por recuerdos. Que se borran, que se escapan y vuelan. Lejos, creo.

Y que si probamos a querernos, digo, por esto de salir de la rutina.

jueves, 7 de marzo de 2013

Eres el recuerdo del silencio.

¿Se puede?
Soy yo, abre.
¿Desde cuando tienes cerradura?
Está bien, no contestes.
No has cambiado nada, sigues igual de recuerdo.
Shhh, no hables.
Y no me mires así, que me desconcentras.
Te diría que he venido a por ti, pero cómo le voy a pedir a un recuerdo que vuelva.
Y tú no quieres.
Nunca quisiste.
Creo.
Estoy mejor sin ti.
Yo no.
Tú.
O eso pienso.
O pienso que piensas, entiéndeme.
Hace tiempo que dejé de entenderme, así que déjalo.
El tiempo ha estado contigo, lo sé, pero que él no te habrá querido como yo.
Él no te habrá buscado como yo.
El tiempo no es de nadie, pero ya lo sabes.
Siempre lo decías.
Siempre me decías.
Pero ya no me acuerdo.
De ti sí, claro, no me malinterpretes.
Creo que quiero que vuelvas.
Que si vuelas también me vale.
¿Vuelves?
Oh, vale, lo entiendo, ahora estás con silencio.
Lo entiendo, está bien.
Sé feliz.

P.D.: querido silencio, cuídame a recuerdo y grítale alguna vez, por si vuelve.

martes, 5 de marzo de 2013

Versos suicidas.

Estoy contando los imposibles que me llevan a tu boca, y ya van trescientas cuarenta y cinco razones por las que me bebería tus labios.
Pero que eres de marca barata, y me darías dolor de cabeza. Y no veas qué resaca de besos me perseguiría mañana. Los buenos días me los daría el vodka mezclado a recuerdos y qué putada de recuerdos cuando no existen.
Vomitaría nostalgias de manos frías recorriéndome la espalda aunque tus ojos ni siquiera me hubieran rozado. Y tú me limpiarías la lluvia que cae sobre la cara haciendo arcoiris con tus versos.
Malditos versos los tuyos.
Que me rompen en trozos. De cristal y cómo cortan. Y cómo dueles.
Ojalá no supieras escribir y no me encadenasen tus palabras a saltar el precipicio cada vez que versas. Y ojalá no leyeras, porque me lees y te da por pensar que no te escribo, o te da y lo suprimes. De tu mente.
Pero que te escribo, maldita sea,
aun cuando te sueño.

sábado, 2 de marzo de 2013

Ven, que te voy a hacer realidad.

Te hablo desde la montaña rusa que tengo creada desde que apareciste. De las caídas libres que provocas sin tocarme.
Te hablo de los bares en los que te he bebido, olvidado y recordado. De los besos que esperan cansados.
Te hablo de los secretos que hemos contado y de las cicatrices que hemos olvidado.
Te escribo de los ojos que busco y no encuentro, de las distancias que ahorcan y de las horas que hemos compartido.
Te escribo de las canciones que hablan de nosotros y no saben, de las notas tristes que lloran, de las melodías que tú y yo conocemos.
Te escribo echándote de menos y pensando en si tu también.
Te imagino siendo noche, locura y liberad, pero conmigo.
Te imagino desde unas letras que escriben de lo que no saben pero sí de lo que quieren.
Te imagino hablándome y escribiéndome.

Te leo,
            y sé que eres real,  
                                     aunque no existas.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Adicciones: la mentira.

Para qué hablar si vamos a mentirnos.
Si vamos a contarnos que hemos viajado por mil sueños y en cada uno de ellos no aparecíamos nosotros (como si no nos soñáramos despiertos).
Que tú me dirás que no te has acordado de mí y el mundo se hará un poquito más pequeño, pero que fingiré no haberme dado cuenta de tu engaño. Y ella lloverá (mi niña interior digo).
Haremos que nos morimos de ganas de vernos entre risas (fingiendo ser bromas entre paréntesis) pero moriríamos por un cara a cara juntos.
Dirás que la espera se hace corta pero te habrán parecido los días más largos de tu vida mientras que la mía habrá ido muriendo poco a poco (sin ti).
Querré escribirte mil veces y se me llenará la cabeza de borradores queriéndote decir todo y terminar diciendo nada.
Tú me pensarás trescientas veinticinco veces pero evitarás mirarme en cada una de ellas por si acaso salto a la realidad y te como a besos de repente. Y yo te imaginaré en silencio y en lápiz, inventándote mil veces.
Pero para qué, amor.
Para qué.
Si yo te diré que te he echado de menos
y tú harás como que no me has creído.

domingo, 24 de febrero de 2013

Sólo sé ahogarme en otros mares.

Yo también le he pintado la cara con sonrisas cuando sólo podía llover. Le he secado la lluvia a besos y hemos sabido crear un arcoiris juntos. Hemos creado tormentas en cualquier rincón del cielo y hemos sido calma después (o cama, puede ser). Pretendíamos ser sol en días grises y no sabes lo ciegos que podíamos quedarnos después de mirarnos tanto. Sus ojos tenían forma de salvavidas cuando yo me ahogaba en algún mar y el faro de aquel puerto nos hacía la introducción para naufragar en barcos rumbo a nosotros. Y nos perdíamos buscándonos entre nosotros pero siempre juntos; y bueno, a la mierda el mundo si me perdía contigo. Rumbo a la deriva de tu cuerpo era uno de los mejores destinos, y vistas, y paisajes. Que solos no podíamos nadar pero juntos surcábamos los siete mares cogidos de las manos.
Pero que ya no hay manos,
ni cuerpos
ni ojos
ni bocas
y yo ya no sé nadar
ni bucear,
sólo ahogarme
y créeme
se me da de puta madre.

viernes, 22 de febrero de 2013

En busca y captura.

Se busca mentiroso compulsivo.
Que en realidad no es que te busque, que ya te he encontrado. Pero vaya, que a lo mejor buscando a otro, te pierdes tú. Y que a ver si sales de la casa que tienes instalada en mi cabeza de una puta vez. Que digo yo que no costará tanto hacer unas maletas y cerrar con llave para siempre. Pero claro, tú un día te vas, desapareces y dejas la puerta abierta; y yo es que todavía no sé si abrírtela del todo o cerrarla para siempre. Que los recuerdos aun flotan por las paredes que nos consumían de vez en cuando, y digo de vez en cuando por no decir a todas horas, claro. Que la cama aun no la he hecho por si algún decides volver a medianoche para verme dormir (o para ver cómo te sueño). Pero que nunca apareces, y yo me despierto sobresaltada por el silencio. Que ya no se oyen nuestras risas consumidas entre bailes de gemidos y los vecinos ya no gritan que nos callemos. A veces hago ruido, solo para que se piensen que tú, y también yo. Pero el ruido me cala las huesos y voy corriendo hacia la puerta por si acaso te ha dado por volver. Pero sigues sin estar. 
Que se busca, sí, pero que sólo a ti.

domingo, 17 de febrero de 2013

Ya nada tiene sentido.

Que ya nada tiene sentido, pero que yo sigo vagando por las calles de la nostalgia por si acaso alguna farola aun luce tu nombre. O visitarte en la plaza de los recuerdos que ahora sólo la comparten estatuas sin vida. Y perderme en callejones sin salida por tu cuerpo y saltar las vallas de lo imposible para crear nuestra propia huida con vistas a la felicidad. Pero que no, que ya sólo hay rotondas de círculos de recuerdos señalando carreteras dirigidas a la autodestrucción. Y que yo me montaría en el primer coche que me llevase a la locura cada noche.Y me cogería de cualquier mano que me llevase andando a la luna en un parque a medianoche. Y volvería borracha de ilusiones a la casa que nunca existió entre nosotros y me jodería la resaca de tus besos ya pasados. Pero que me follaría a tu recuerdo tan presente ahora mismo que me lo estoy comiendo con los ojos. Y a la mierda esa ropa que sólo te cubre los miedos. A la mierda las dudas que nos llueven y nos joden. A la mierda tú, y yo, porque ya nada tiene sentido.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Quién.

Y quién me iba a decir que tú. Y que yo, que no nosotros, claro.
Quién me iba a decir que acabaría soñando despierta cada noche y tomando café con el insomnio.
Quién me iba a hacer sonreír a ilusiones que creí perdidas y olvidadas.
Quién iba a ser mis buenos días para sobrevivir al frío de cada mañana.
Quién iba a borrar mis yo nunca para convertirlos en quizás, tal vez, está bien.
Quién iba a ser soledad compartida en tardes de delirios.
Quién iba a ser noche gritando por los dos y callando más de una vez.
Quién iba a convertir las palabras en universo.
Quién.
Porque yo no.
Quién, repito.
Y nosotros se ríe.
Y yo llora.
Y tú.
Siempre tú.

jueves, 7 de febrero de 2013

Búscame despacio.

Búscame despacio, me decías. Y bueno yo... yo no podía decirte que despacio fuera la palabra correcta. Si volaba hasta donde te encontrases tú, aun cuando estabas a un paso de mí, (entiéndase eso de volar como tú me hacías sentir). Que hacía carreras con la lluvia a ver quién te mojaba antes de las dos; ella tu ropa y yo tu cara. Pero que no sabes cuánto hubiese deseado ser ella a veces, (o siempre, ya me entiendes). Porque las maratones en tu espalda y los saltos de longitud hasta tus ojos eran necesidad y a quién coño le importaba ir despacio ahí, dime. Huía de la vida hasta que ésta me alcanzaba pero que no era un viaje en solitario, que huía contigo (en sueños, o algo así). Las prisas me podían al querer dibujarte sonrisas y pintarlas de besos todos los días y borrarnos del mapa para desaparecer (creo que juntos pero no sé). Lo nuestro era un puto sinsentido vaya, pero que era tan nuestro que cómo no nos iba a quedar bonito.
Y creo que por no ir despacio derrapamos y nos caímos y ya no hubo nadie quien nos levantase.
Pero que a mí me da igual, que yo te busco, despacio y sin espacios.

sábado, 2 de febrero de 2013

Él no escribía.

Y qué vas a saber tú de sus maneras de escribir si nadie lo hacía como él.
Que iluminaba las estrellas con solo mirarlas, imagínate. Que era dueño de cada acorde sin guitarra que tocase melodía y joder, qué bien sonaba. Que el sol se escondía al verle pasar y la luna le recibía entre luces de plata. Que muy pocas conocían sus manías y cada cicatriz de su piel. Que nadie más que él te respiraba como si se estuviera muriendo y luego te miraba como si el mundo se encontrase en tus ojos. Que estar con él era como estar en una cuerda floja constante de la que nunca querías bajar. Que sus huidas eran de esas mentales pero nunca físicas. Que sabía cómo recorrerte pero no cómo deshacer todo el puto lío que formaba, pero que hasta los nudos quedaban bonitos si era él quien los hacía.
Que nadie escribía como él porque él no escribía, te sonreía.

viernes, 25 de enero de 2013

Hablando de entender.

Cómo no voy a entenderte si me basta con bucear en tus ojos y nadar a contracorriente. Si ya he entendido los mil y un significados que esconden tus sonrisas, los mil recuerdos que tejen tu piel y las caricias que esconden tus manos. Que te he escrito un libro muy pequeño explicando las cien maneras que tienes de moverte y de andar como si la vida no importase. Que he comprendido tus ganas de vivir aunque el mundo esté muriendo. Los gestos que me haces, como si yo no me diera cuenta de la historia y los inventos que me cuentas para cumplirlos algún día. Que me respiras como si yo perteneciese a ti aun estando más lejos que nunca. Y que me hablas de lo mismo aunque tus palabras suenen diferentes cuando las escucho. Que eres y no estás. Que existes sin pensar. Que no sé si me explico, pero que yo, te entiendo a ti.

domingo, 20 de enero de 2013

Ni sobras y faltas.

Que me sobran las ganas en este domingo con complejo de días sin ti, a esta tarde tornándose noche, a estas horas queriendo ser año. Que me faltan los vientos rodeándote a ti, los susurros por detrás de la nuca, las manos en curvas que no hablan de calles. Que me buscan las bocas que no recorrí, las mañanas que algún día rompí y las despedidas que nunca di. Que me comen los recuerdos de noches sin sol, de cielos sin mar y de tierra sin luz. Que me gritan los ojos que callan y otorgan, los bailes de letras que no supe seguir, los silencios que vuelvo a callar. Que me pierden los cambios de dirección, los semáforos en rojo y el tiempo perdido entre sábanas. 
Pero ni sobras y faltas, ni buscas y comes, ni gritas y (me) pierdes.

miércoles, 16 de enero de 2013

Pero tú.

Que se acabó sin
empezar.
Que ya sólo
yo
sin ti
Sin nadies.

Pero que sigues
en mente
en recuerdos
en nada
y
en todo.

Que te silencio por
no gritar.
Ni me oyes
ahora, digo.
No, claro.
Ni antes.

Si me sigues
recordando,
pregunto.
O pensando
o mirando.
No sé,
pero tú.

Que ni me oyes
ni recuerdas
ni me piensas
ni me miras.
Pero tú,
aquí.

Pero soñarás, al menos
yo.
Y tú.
Otra vez.
Porque yo,
pero tú.

sábado, 12 de enero de 2013

Miente(me).

No.
Así comenzábamos ¿eh? No me digas que no te acuerdas.
No, cállatelo
Dime que te ha ido bien, bueno no, miénteme, que te ha ido fatal, que sin mí no. Que echas de menos lo que nunca debió y fue.
Que a mí, sobretodo.
Que llevo una sonrisa muy bonita y que no puedes dejar de mirar esos ojos que te miran.
Dímelo, venga va.
Juega a que no pasa nada. A que los dos somos. Algo, aunque sea. Que te gustaría pasar toda la tarde conmigo y que por qué no el día entero. Que las noches me han echado de menos.
Dilo.
Pero mírame, dímelo mirando. Ah, y sonríe.
Así.
Estás muy guapo hoy. ¿Qué? ¿Tan pronto?
No, no te vayas.
No, pero.
No.
Ven, sigue.
Sigue mintiéndome, que te estaba quedando muy bonito.

miércoles, 9 de enero de 2013

Mírala.

Vestía de indiferencia cuando todos le suspiraban. Y qué bien lo hacía. A paso de tacones bailaba, porque sí, bailaba, caminar era menospreciar su encanto. Levantaba esos ojitos y buceaba en las miradas ajenas. No quieras saber lo que encontraba y lo que no dejaba de buscar, porque qué va a saber ella. Que sonreía con los ojos cerrados, imagínate. Y saludaba como si fueras su mundo, y a veces lo conseguía, lo de ser el mundo, digo.  Que no era belleza interior, que era belleza personal, que es más bonita todavía y erótica si me apuras. Que ella no gritaba, solo silenciaba. Que la habrías perseguido de no ser libre. Que ella no entiende de ataduras ni mucho menos de amor, así que no pretendas nada. Pero mírala, mírala porque se va. Y vuelve, pero nunca sabes cuándo.

domingo, 6 de enero de 2013

Que me pierdas te digo.

Eres como correr sin moverse, pero sin detenerse. Y claro, yo es que no te puedo seguir, de verdad que no. A veces me da por volar a ver si así, pero ni así te alcanzo. Quizás es que usamos medios de transporte tan distintos que nos perdemos buscándonos. O a lo mejor ni nos buscamos y hacemos como que sí y no. Y a mí es que me agota el mover de mi cuerpo si estás tan lejos, siendo tan yo sin ti. Siendo más nadie que tú. Que somos muy de perdernos hasta el infinito y tener que librar mil batallas para encontrarnos pero perdemos tanto que ay. Que me busques no. Que me pierdas te digo. Contigo.

miércoles, 2 de enero de 2013

Laberintos, juegos y viceversa.

Ha sido ver tu laberinto y perderme en él, sin importar qué. Y he terminado en un circulo vicioso tan bonito que a ver quién me saca de aquí y si yo quiero, claro. Estas calles cruzadas llevan la esperanza escrita y el error tatuado. Fíjate qué bien, o qué mal si lo miras tú. Y que si te vas a poner a buscarme, ponte esas gafas de encontrar a gente perdida.Te quedan tan bien. Pero así vas a encontrarme enseguida y no vale. No, no vale porque terminaríamos el juego que tanto nos ha costado construir. Sí bueno vale, ahora no quedan ni los muros pero yo lo recuerdo con murallas muy altas y con una puerta preciosa. Juguemos otra vez, venga. Yo ya me he vuelto a escapar. Y ahora ven, que hemos vuelto a empezar.