sábado, 20 de julio de 2013

Destino: siempre tú (I)

Voy sentada en el autobús. Estoy recorriendo la ciudad que me ha visto crecer y sin embargo no la reconozco. Soy una extraña viajando en un mundo que ya no me conoce (ni yo a él).
Inmediatamente pienso que el destino eres tú, y, de repente, me cambia la cara, me brillan los ojos, se asoma la sonrisa y me tiemblan las manos. Intento tranquilizarme pero no puedo, me cosquillea todo el cuerpo, puedo sentir como la gente me mira; sin embargo, cuando giro la cara, todo el mundo está en sus cosas: mirando un reloj, leyendo algo, hablando de lo que harán esta tarde, pensando... pero nadie me ve a mí. Y entonces suspiro, y creo que es el suspiro más largo de toda mi vida. Parece que me he quitado un miedo de encima. Voy mirando por la ventanilla como si así los minutos volaran más rápido, como si el reloj marcase sólo la hora de verte. Me muerdo las uñas y no puedo evitarlo, no puedo evitar pensar en ti. Quedan treinta minutos. Sólo treinta o todavía treinta, no lo tengo muy claro. Sin darme cuenta, llego a mi parada. El autobús está vacío. Me bajo y me pongo a buscar. Lo primero que leo es "Estación de trenes". Y pienso mierda, me he bajado en la parada que no era. Doy un par de vueltas, miro, observo a la gente y veo el cartel "Estación de autobuses". Respiro tranquila y me dirijo enérgicamente hacia allí. Supongo que las personas que me miran estarán pensando que espero a alguien importante o que mis ganas de ver a alguien se me notan en la manera de andar. Siempre se me nota todo. Intento evitarlas con la mirada y sigo caminando, o casi corriendo, las prisas. Escaleras mecánicas, maletas, personas, bienvenidas, despedidas. Leo el panel y te encuentro ahí, sonrío. Voy decidida hacia el andén, creo que se me ha olvidado andar.
Por fin llego. No hay nadie, vaya. Quedan veinte minutos. Alguien me pregunta algo, no recuerdo el qué, estoy demasiado nerviosa. Me siento en el suelo, la gente me mira raro pero y qué, no me miréis. Los minutos se convierten en horas hasta que de repente, te veo venir, bueno, no literal, llegas tú y treinta pasajeros más, pero es que a la mierda toda la demás gente si estás tú. Me levanto inmediatamente, voy corriendo y tiro el chicle a una especie de papelera, vuelvo a mi sitio. Baja gente, ninguno eres tú, creo verte... pero no. Mierda, no lo voy a reconocer. Y, de repente, tú, bajas de un salto, como esperando la nada y a la vez esperándolo todo. Y te miro, y en esos momentos soy incapaz de pensar, porque no puedo, porque no quiero, porque estás tú y todo lo demás me da igual.

2 comentarios:

  1. Soy una seguidora de twitter, y lectora de tu blog de hace tiempo. Sé que mis palabras quizás te resulten repetidas y sonadas, pero me gustaría que supieras, que con el simple echo de leer dos párrafos que escribes, eres capaz de hacer brotar lágrimas desde mi corazón, hasta mis ojos.
    No sé si habrás sufrido o sufres un amor a distancia, eso me parece a mi entender...y sé lo que se siente, quizá por eso, me sienta tan identificada, en todo caso, si no lo es, tus palabras son poesía. Y ojalá, que nunca dejes de escribir, porque personas que estamos lejos como yo, vibramos leyéndote.
    Un beso muy fuerte, y gracias por hacer de letras sentimientos.

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    1. Jo muchísimas gracias, en serio, disfruto escribiendo mucho pero saber que alguien puede sentir hasta tal punto como tú por unas simples palabras es cuanto menos de agradecer y sentirme halagada.
      Casi todo lo que escribo es real, con lo cual no es un texto inventado para nada.
      La distancia es el peor de los obstáculos.
      Un beso muy fuerte a ti, de verdad, y gracias por tus palabras, gente como tú es la que me anima a escribir.

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