lunes, 29 de abril de 2013

Somos (error).

No eres error porque todavía no te he cometido, pero qué ganas de ser el error más bonito del mundo.
Hemos establecido un toque de queda para querernos por si las ganas de quedarnos las evaporan la huida.
Pero cómo decirte que la única manera en la que yo huiría sería de tu mano, a cien latidos por segundo.
Y no sé si se me pararía el corazón o me pararía yo a besarte, pero que a lo mejor es un poco lo mismo.
Hemos precipitado la razón por el balcón para que sólo venga a visitarnos la locura por la ventana; y creo que ya no necesito puertas (abiertas).
De locos sólo sé tu mano por mi cintura y mis dedos por tu espalda.
Y de mapas lo que aprendí fue con tu cuerpo lleno de carreteras, de lunas y de miedos que se curan a besos.
Creo que el miedo a volar lo perdí el día que me miraste y me tropecé con las ganas de cogerte de la mano y estrellarnos.
Estoy llena de heridas que jamás cicatrizarán, pero que ya me da igual, todo, (porque son de caerme contigo).
Necesitarte sería quedarme corta porque usar la respiración ya no me parece tan sencillo si eres tú quien me la cortas.
Estamos al borde de la muerte te digo
vivimos la vida me dices
y nunca se me dio tan bien vivir, como ahora.
Y es que no quiero
que dejes de vivirme nunca,
porque yo no he dejado de morir
por ti
desde que te conozco.

viernes, 26 de abril de 2013

Eres la herida sin espina.

Eres el cactus sin espinas más bonito que he conocido.
Pero es que no sabes que, cuando me conociste, me las clavaste todas a mí.
Tengo una herida preciosa en el corazón que no deja sangrar desde la primera vez que me hablaste, y es que se te da tan bien eso de los te hiero que creo que he empezado a creérmelos (y a notarlos).
Perdona si no te abrazo de vez en cuando pero es que tengo miedo de que todos estos cristales rotos te conviertan en lo que no eres.
He dejado de mirarme en los espejos por si acaso alguna vez veo lo que has visto en mí y huyo para no quererte. Pero que ya he fracasado en eso de quererte, que se me hace imposible no sentirte y no romperme por dentro cada vez que te pienso.
Todo este desastre de ilusiones, esperanzas y mentiras lo he dejado bajo la alfombra para que no te tropieces cuando me busques (si me buscas). Pero es que creo que la que te ha buscado he sido yo y desde que te busqué has hecho lo posible para perderte conmigo y creo que no quiero que nos encuentren nunca.
Y es que eres todos mis principios sin finales, un abrazo en un día triste, una sonrisa cuando lloras, un te echo de menos cuando llueve. Y es que sólo quiero que me dejes ser todos tus principios, abrazos, sonrisas y te echo de menos (juntos).

domingo, 21 de abril de 2013

He dejado de sentir(te).

Creo que he dejado de sentir(te) tristeza.
Han volado todas esas dudas que tenía en la recámara esperando ser disparadas. Y es que en el vuelo se han perdido todos los miedos que tenía guardados en el tercer espacio intercostal. Que sólo espero que no vuelvan, que huyan tan lejos que no sea capaz ni de rozarlos con la punta de los dedos.
Se han secado todas las lluvias que me han llorado durante días de tormentas, donde los rayos sabían partirme en tantísimos trozos que nunca he podido llegar a contarlos todos. A veces sé que echo de menos llenarme de ríos de ausencia y empaparme de recuerdos, pero es que se vive tan bien debajo de tus brazos.
Nunca el tiempo me llevó de la mano tan fuerte como lo hace tu sonrisa cuando me miras. Y perdona si no quiero soltarte de la mano nunca, pero es que me ha acostumbrado al roce de tu piel, (y es que ya decía Revólver que no hay droga más dura que el roce de tu piel, y claro, yo después de esto, tengo que creerle).
He dejado de tropezar con piedras para tropezarme contigo y créeme si te digo que no me cansaría nunca de caerme al suelo si eres tú el que me va a curar las heridas y me va a cicatrizar a besos el corazón. Que ya sólo bebo vasos medio llenos de ti y es que nunca me ha gustado tanto emborracharme como cuando lo hago de ti.
Que has sabido matar a la tristeza que acompañaba a mis ojeras para sustituirlas por sonrisas a medianoche. Y entiéndeme si te digo que no te vayas, que desde que la tristeza no me visita, te quiero mejor.

martes, 16 de abril de 2013

Más muerta (de amor) que viva.

He perdido la cuenta de las veces en las que he muerto porque me sé de memoria todas las veces en las que he resucitado contigo.
Que me mancho de lágrimas cuando la ausencia vestida de ti me visita, como haciendo alarde de que no estás, de que estás tan lejos que no te siento, pero es que mira, que sí te siento y te siento tanto que podría morirme (sólo si tu boca me resucita después).
Siempre me pongo para ti, pero perdida de ilusiones. De ilusiones que espero que unas para crearnos una sábana con ellas y no salir nunca de ahí.
He crecido entre esperanzas, contigo de la mano, pero se me rompen de vez en cuando cuando te alejas en silencio. Y creo que nunca he odiado tanto al silencio como cuando es él quien te coge de la mano y te besa la distancia; cuando te pone un dedo en la boca y te calla para ausentarte, y entonces se me escurren océanos por la cara y nado para ahogarme entre tus pupilas (sin éxito, claro).
Me he caído al suelo tantas veces que he dejado de contarlas porque siempre apareces tú para tirarte conmigo y querernos en el suelo juntos.
Y es que no hay nada más bonito que las sonrisas que me sacas en mis días de domingo, en mis lunes de sueño(s) y en los cinco minutos de antes de irme a dormir.
Ya me he acostumbrado a vivir de tus buenos días y a soñar con tus buenas noches, y así me paso el día, pensando y la noche, soñando.
Has dejado al corazón tantas veces en tormenta que sólo lo han curado las ca(l)mas de después.
Y creo que cuando el corazón me pide guerra es porque te quiere follar los miedos,
y entonces
ven
que le voy a hacer el amor a cada uno de los monstruos de debajo de tu cama.

domingo, 14 de abril de 2013

Eres la ciudad más bonita que he conocido.

Hemos viajado a tantas ciudades sin ver ningún monumento que no sean nuestros cuerpos que hemos agotado los cupos de besos en la espalda esta temporada.
Pero que siempre nos quedan ofertas de trenes que siguen la línea recta de tus piernas y nos llevan a destinos ya pasados.
Pero y qué.
Qué más da recorrernos el mundo otra vez si yo por ti me haría sedentaria de tu ombligo. Me haría esclava de los ojos que me miran cada vez que me despiertan la mañana (y las noches). No me hace falta ver las estrellas si te tengo a ti rozándome cada esquina de la piel y jugando a ser astrónomo.
Que ya me sé de memoria los caminos que llevan a tu boca, porque siempre me tropiezo con las mismas piedras que tienes por dientes y con el mismo río, tu lengua.
Torres más altas han caído, pero ninguna de la manera en la que nos destrozamos bajo unas sábanas que hacen de cielo, polvo y nubes.
Lo puentes los creamos nosotros cada vez que saltamos el abismo que nos separan dos centímetros de distancia.
Y a ver quién se atreve a decir que no creamos ciudades,
que no vivimos en ellas,
que no nos queremos por ellas.

Que eres ciudad.
Y eres mía.

domingo, 7 de abril de 2013

Deshazme la vida y hazme el amor.

Hace tiempo que he dejado de hacer maletas para que lo único que me puedas deshacer sea la vida, amor.
Y joder, tienes esa facilidad para deshacerme los nudos de garganta que cualquiera diría que te dedicas a ello. A deshacer. A deshacerme. A deshacer los problemas, la tristeza, las distancias, la ropa.
Que lo único que sabes hacer, mejor que deshacer, es el amor. Y ojalá haciendo el amor siempre, muy fuerte, como si nos estuviéramos rompiendo cada vez que lo hacemos, como si no nos rompiéramos ya cada vez que nos faltamos. Que somos de componentes frágiles aunque nadie nos haya preguntado nunca y para qué cojones vamos a querer que alguien nos pregunte, si en nuestra soledad conjunta sólo cabemos nosotros y nadie más. Que nos sobran tantas cosas que podríamos vivir sólo de nosotros. Construir un nosotros con vistas al amor y verlo cada día, y hacerlo a todas horas. Y cansarnos de la vida, del amor y de nosotros. Y volver a crear otro nosotros que nos lleve a la locura y creernos locos siempre; y morirnos todos los días hasta que el amor nos separe. Y resucitarnos en mil lunas distintas y en mil y una noches juntos.
Que no he entendido nunca del amor pero sí de las vidas y las muertes que creamos y destruimos a su paso, así que ven y dejemos que el amor no nos entienda nunca.