Para qué hablar si vamos a mentirnos.
Si vamos a contarnos que hemos viajado por mil sueños y en cada uno de ellos no aparecíamos nosotros (como si no nos soñáramos despiertos).
Que tú me dirás que no te has acordado de mí y el mundo se hará un poquito más pequeño, pero que fingiré no haberme dado cuenta de tu engaño. Y ella lloverá (mi niña interior digo).
Haremos que nos morimos de ganas de vernos entre risas (fingiendo ser bromas entre paréntesis) pero moriríamos por un cara a cara juntos.
Dirás que la espera se hace corta pero te habrán parecido los días más largos de tu vida mientras que la mía habrá ido muriendo poco a poco (sin ti).
Querré escribirte mil veces y se me llenará la cabeza de borradores queriéndote decir todo y terminar diciendo nada.
Tú me pensarás trescientas veinticinco veces pero evitarás mirarme en cada una de ellas por si acaso salto a la realidad y te como a besos de repente. Y yo te imaginaré en silencio y en lápiz, inventándote mil veces.
Pero para qué, amor.
Para qué.
Si yo te diré que te he echado de menos
y tú harás como que no me has creído.
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