lunes, 19 de agosto de 2013

Te quiero; no huyas.

Anoche te escribí una carta, como cada día, como cada noche. Escribo el pasado que nunca llegamos a compartir del todo por eso de tus idas y venidas y las huidas que nunca anunciabas. En uno de esos "volveré" me he quedado a vivir, aunque sea sin luz ni agua, aunque sea sin ti. Me duelen todos esos "lo intentaré" que nunca jamás has tenido intención de empezar y que yo ya he intentado tantas veces que no me quedan ganas para tropezar una vez más. Que tengo el corazón tan roto de tanto caerme que ni siquiera me levanto ya. Las vistas desde el suelo son tan tristes que la tristeza se ha convertido en mi bucle favorito desde hace quince noches. Nunca me ha gustado esperar a nadie, por eso del miedo que me entra al pensar que la otra persona no estará. Pero joder, contigo hubiera esperado más de diecinueve días y quinientas noches si hubiera sido necesario. Pero que ya no es necesario porque no me necesitas y lo entiendo, y deseo no continuar. Que no me encuentro el botón de sonreír por ninguna parte, que te has llevado el mecanismo que me hacía ser feliz.
Sólo te pido que no vuelvas, porque no podría soportar otra huida más.

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